Hay pocos momentos en el que a los seres humanos se les ve claramente felices y una de ellas es cuando van hacia su mesa con el plato hasta arriba en un buffet libre de esos que ofrecen los hoteles para desayunar.

Te los ves volver con una sonrisa absoluta, una sonrisa con cierta picardia, como si supieran que están cometiendo pecado de gula con el agravante de hacerlo al amanecer y con tortitas de nata, que no se si agrava la situación, pero si la llena de nata.

Algunos de los platos que veía pasar a mi alrededor parecían la montaña de El Pinsapar de la Sierra de Cádiz sólo que en vez de recubierta de árboles estaba recubierta con lonchas de baicon, que es una cosa que ponen mucho en los desayunos de los hoteles.

Lo bueno de estos desayunos es que son como un mapa mundi pero café con leche. Hay desayunos ingleses, desayunos para gente milindri solo con fruta, desayunos americanos, desayunos veganos, potajes de habichuelas que son también típicos en otros paises que creó nuestro Señor y huevos fritos, además de las tostadas patrias con mantequilla o aceite de oliva. Pero lo bueno es montarse un desayuno de fusión, internacional, es decir arrejuntar en un mismo plato el desayuno inglés, el español, el escandinavo y luego una loncha de kiwi... para disimular.

Al ser humano le gusta eso de la barra libre y te ves a la gente que se toma cuatro o cinco cafés y que repite zumo hasta que deja sin existencias a media campiña de Valencia. Además la cosa no sólo afecta al español porque vi a un guachisnai de pelo blanco y abdomen bastante desarrollado que llevaba como medio kilo de jamón atocinado en el plato, media docena de huevos fritos y una rodajita de piña…

En los platos te ves arrejuntamientos imposibles de churros con lonchas de pavo trufado, pegotones de nata, magdalenas, unas habichuelas pintas hechas así como en potaje guiri y un panecillo... eso si integral... en una versión desayunística de los platos combinados que ponía La Camelia en el siglo pasado.

Lo único triste de estos desayunos de hotel es que no hay molletes de la Sierra de Cádiz, ni manteca colorá y la única pringá que encuentras es que te roces con alguien que acaba de ponerse la crema de protección solar grado 50, que si la pusieran en el butef también más de uno se la untaba en el pan... será por consumir.

Espero que algún día la churrería de La Guapa haga un buffet libre y pueda cumplir uno de mis sueños prohibidos comerme entera a bocaos una rueda entera de churros, preferentemente de los finos.

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