Asalto al escudo

Esta frivolidad narcisista de Moreno es un atropello a la Corona, por exceso de celo, al Parlamento y al Estatuto

El presidente de la Junta se ha inventado un símbolo personal que contradice su pretendida imagen de hombre prudente. Le ha puesto al escudo de Andalucía "una corona real española". Lo estrenó de manera indebida el 3 de mayo en un atril, en uno de sus rallies televisivos tras las conferencias de presidentes, sin encomendarse a nadie. Ante las protestas, el consejero de Presidencia justificó en el Parlamento su uso en la solapa: "se están ustedes oponiendo a un simple pin". Nueve meses después han legalizado el pin y todo el paquete con un decreto extraordinario en plenas vacaciones parlamentarias.

Hay un afán digno de estudio de la derecha española por apropiarse de la corona de manera indebida. La monarquía parlamentaria es la forma de todo el estado, símbolo de la unidad de la nación y estaría bien dejarla al margen de estos cariños excesivos. No existe el virreinato andaluz. Andalucía no es uno entre 17 reinos de taifas en los que se divide España, por mucho que se empeñe el graduado en protocolo que preside la comunidad autónoma.

En la argumentación del decreto se justifica el tuneado del escudo de Hércules por el diseño de medalla de Andalucía de los 80. Tiene gracia que el PP borre toda huella gráfica del paso del PSOE por la Junta y sólo salve ese boceto como coartada para que su presidente presuma de monarquista. Una sobreactuación sospechosa, como advierte el refrán; dime de qué presumes y te diré de qué careces. Pensaría lo mismo si un eventual presidente republicanista pretendiese coronar a Hércules con un castillo almenado. El escudo de Andalucía nunca estuvo en discusión hasta ahora.

Es una nueva burla al Parlamento andaluz; la primera institución de la Junta, por delante de la Presidencia, queda al margen. Los parlamentos representan a la soberanía popular y pasan mala época, acosados en la calle por extremistas y desde los despachos del poder por gobiernos que les faltan el respeto. En plena escalada de la pandemia, con una crisis económica golopante, meterse en esto no es serio. (Pero puestos, los estrategas de San Telmo podrían ir hasta el final con la broma: encargar también al presidente gemelos, pisacorbatas y pendientes para su esposa, o bordarle la corona en las camisas. Y diseñar el pin de vicepresidente, con corona ducal; el de consejero, con corona de marqués... Quizá el de director general, con sombrero cubriendo el escudo de Blas Infante).

Esta frivolidad narcisista de Moreno es un triple atropello: al Parlamento, a quien se ignora; al escudo estatutario, y a la Corona, por exceso de celo. Una imprudencia.

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