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Amarillo limón

También yo soy muy partidario de la soberanía; y hasta de la independencia personal y familiar

Lejos de mí explicar normas de urbanidad a nadie salvo a los míos. Para escribir un tratado de las buenas maneras hay que ser Alfonso Ussía por lo menos. Nieto de don Pedro Muñoz Seca y no sólo su paisano. Sin embargo, sí me atrevo a hacer una sugerencia, amparado por la simpatía que tengo a los que perpetran este error. Mi abuela levantina, por ejemplo, le echaba limón a todo. Incluso al pescado frito. A veces los madrileños también lo exprimen a diestro y siniestro.

Por el cariño genético, veo con inmensa indulgencia a los que cometen ese crimen culinario. Sólo pido que se echen cuanto zumo de limón quieran… sobre su pez. Que constriñan su afán de servicio a la comunidad y no chorreen las puntillitas (permítanme la puntillosidad) del prójimo. Con la sal, igual: cada cual la suya. Más de lo mismo, la mahonesa. Y el kétchup, sobre todo, sobre nada. No se sacan en salseras las salsas para dar faena al más solícito de los comensales, sino para que cada cual se sirva a su gusto.

Hace años que sufro en silencio la cuestión del limón, abalanzándome sobre la bandeja para servirme antes de que me gane por la mano un exprimidor vocacional. Si por fin me decido a confesarlo aquí es porque he encontrado una cobertura de rabiosa actualidad que me permite el impertinente pero imperioso comentario. He visto claro -gracias a la coincidencia del color del cítrico con el de sus lazos reivindicativos- que los nacionalistas no hacen sino chorrearnos a todos la fuente común con su astringencia.

También yo soy muy partidario de la soberanía; y hasta de la independencia personal y familiar. Jamás he hablado de la república independiente de mi casa, pero sí del vizcondado soberano de mi hogar. Todavía soy más feudal en lo que se refiere a mi propio autogobierno. El título que me gustaría merecer es el señorío de Simismo. Me vendría bien una reunión bilateral con Pedro Sánchez para pedir más libertad fiscal, más autogobierno ético, plenas competencias educativas y todas las transferencias en materia de cultura.

Con pelear esa libertad, tengo de sobra. No voy a chorrear con mi limón la fuente común de los españoles. Mi experiencia es que la lucha ardua por el dominio de uno y por la integridad territorial y espiritual de su familia ya es más que suficiente para ocupar una vida de compromiso, sin meterse en alterar y desgraciar el ordenamiento jurídico y constitucional de tus convecinos.

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