L A economía mundial se va al garete, recordaba Ricardo Darín, porque sólo compramos lo que necesitamos. La frase da una medida de nuestra voracidad idiota pero, también, de hasta qué punto hemos hecho del lujo (un lujo pequeñito: una camiseta de capricho, un corte de pelo estiloso, un cine por apetencia, una novela negra de placer culpable) una constante en nuestras vidas. Ya saben, un emperador romano lloraría al comprobar la opulencia con la que vivimos. Somos una plaga,sí. El control de nuestra gula es de primero de supervivencia, también. Pero el sentido último de toda cuaresma es apreciar el valor de lo que tenemos, de lo que damos por hecho. Los vestidos de Dior -y nunca una s estuvo mejor puesta en el teclado- no surgieron de la nada, sino de puro alivio de luto tras la II WW. Ojalá al salir de esta no sólo sepamos apreciar el valor de una cerveza bien tirada, por ir a lo más simple, sino también su coste.

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