Cada vez más ciudades se unen contra el turismo masivo. No cabe más gente. Las calles, plazas, museos, monumentos, mercados, barrios, playas, espacios naturales… son finitos, y todo lo finito tienen su límite. Tras cada temporada vacacional, los responsables políticos y los empresarios del sector turístico valoran su resultado por el incremento en el número de turistas. ¿Hasta cuantos y hasta cuándo?
Nada puede crecer indefinidamente en un espacio finito. Al final las burbujas estallan, y ya conocemos sus consecuencias. Hemos sufrido una burbuja inmobiliaria, y ahora vivimos una turística. No aprendemos. ¿Cuándo estallará?
Responsables políticos de ayuntamientos, Junta de Andalucía y gobierno central siguen promocionando los destinos turísticos de nuestro país. En medios de comunicación, redes sociales y ferias de muestras se buscan más y más turistas para unas playas y ciudades ya saturadas. No siempre más es mejor. Y lo hacen porque saben que en cada periodo vacacional baja la tasa de paro, por contratos tan mal pagados como breves, que duran lo que dura un puente o evento deportivo.
Los centros urbanos de las ciudades más conocidas se llenan de turistas y de apartamentos turísticos, la población local es expulsada de sus barrios, se satura el espacio público, desaparece el comercio local… y la mayoría de responsables políticos asisten impasibles a esta hecatombe urbana.
Una docena de ciudades del sur de Europa han creado una red que pide limitar la industria turística. El espejismo del crecimiento turístico provoca cierta oposición a cualquier limitación. "Van a acabar con el turismo", aseguran. Ya se lo están cargando. Hay ciudades, como Venecia, que han puesto controles para limitar el número de turistas que entran diariamente a la zona monumental. Aquí ya hace tiempo que se limitó el número de personas que pueden acceder a monumentos como La Alhambra o a espacios naturales como el pinsapar de Grazalema; y lo terminaremos viendo en playas y ciudades.
Hay que regular el turismo desde una perspectiva de sostenibilidad económica, social y ambiental, teniendo en cuenta la capacidad de carga de los territorios. En zonas ya muy saturadas hay que abordar procesos de decrecimiento turístico, fomentando otras economías más sostenibles.
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