La sonrisa de Yolanda

Sumar restando es la nueva perífrasis. Igual que sumar vetando. ¡Que viene la derecha!

Yolanda sonríe, siempre lo hace. Da igual que vaya a soltar uno de sus discursitos flower-power o que vaya a desinflarle las ruedas a Echenique; es una pose, modismo, o fórmula de camuflaje tan poderosa que pareciera que Yolanda fuera realmente de izquierdas, es más, casi uno diría que se asemeja a una sindicalista de nuevo cuño, de esas que no toman gambas y cigalas -qué vulgaridad-, sino más bien de las que mezclan Matarromera y Carmelo Rodero para hacerse un vermucito cool. Yolanda sonríe bajo una nariz particular y, diríamos, personalísima. Es lo mismo que hacen los cuervos con aquellos que los crían, dice Iglesias, culpable con un dedazo que ni el de Rajoy. Contigo empezó todo, Pablemos (ahora sonrío yo).

La peña podemista está que trina-trinaranja con el veto. Leen bien -Yolanda ya no sonríe, directamente se descojona-: el veto de Irene Montero. Las amichupis del consejo de ministras parece que se han enamorado del mismo hombre -metafóricamente hablando, claro está-, y ya se sabe, en el amor, en la guerra y en la izquierda más izquierdosa todo vale o, como argumentaría Lula en Brasil: "vale tudo".

Patadón gordo en la boca digno del vale tudo es el que le ha endiñado la sonriente Yolanda a la vice Montero, de esos que generan sonrisas de siamés bizco y medio paletudo. El mawashi geri letal, la tormenta perfecta, ¿a que te doy una y te destruyo? (Sonrío).

Ione Belarra ha querido hacer el "sólo sí es sí", es decir, te firmo al límite de la hora el acuerdo de confluencia pero, oye, que nos acabamos de enterar del veto de Irene (buen título para una película coñazo que desistiré de ver incluso antes de que la empiecen a rodar). El veto de Irene y el del demagogo Echenique, una especie de Monedero troll cuyo superpoder es (o era, más bien, porque se lo ha cepillado la comunista que sonríe) moldear la realidad en interés del partido de la coleta sin coleta.

Por un único instante Yolanda tuerce el rostro, respingando con la napia. Fue justo después de que alguien sugiriera que si Montero estuviera en la lista ello los haría corresponsables de la cagada de los violadores en la calle y tal. Votos perdidos y cual. No se asusten, estén tranquilos. Aquello duró poco -apenas dos segundos- y la sonrisa rubia volvió a aparecer bajo unos ojos achinados de los que los escrúpulos permanecen huérfanos desde hace años. Irene vale menos que nada, escondida en su chalecito, encabezando manifas institucionales, mirando a Pablo tocar la guitarra. Irene es el pasado, Irene es un estorbo. Irene está burned, más que la moto de un jipi.

Irene significa paz. La que dejas cuando te he cortado la cabeza y te expulso de la política activa. Sumar restando es la nueva perífrasis. Igual que sumar vetando. ¡Que viene la derecha! ¡Qué viene la derecha! Y Yolanda sonríe mientras tararea "Another one bites the dust", al tiempo que Errejón y ella observan rodar cuesta abajo la bella cabeza de Irene. Ahora sonríen los dos. Y Pedro llora. De la risa. Como el que más.

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