Análisis

María González Forte

El precio de la libertad

Entre amigos comento preocupada que hay una muchacha en El Puerto que duerme en la calle. Deambula perdida y no sé si es por tener una hija o alumnas de edades parecidas, que encontrarla siempre sola me parte el alma. Cuando opino que debería estar en una institución me dicen que nadie puede obligarla, porque es mayor de edad y sería ir contra su propia libertad. Insisto:

- Y si no sabe elegir qué le conviene, ¿intentamos no sufrir al ver su vulnerabilidad o fingimos no verla?

Alguien comenta que en verano llamó a la policía porque en mitad de la calle Larga había un hombre durmiendo. Le contestaron que no es un delito dormir en la calle. Hay demasiados 'sin techo', que comen y duermen donde les dejan. Lo mismo ocurre en otras ciudades.

¿Qué hacer ante estos problemas? En primer lugar no ignorarlos y reconocer que existen situaciones desesperadas. En segundo lugar, intentar acabar con las mafias montadas en torno al oficio de pedir. Por último, es fundamental reclamar soluciones a la administración porque ese derecho a la libertad, definida como la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad de la persona, presupone voluntad. Si no hay voluntad ni conciencia, lo que puede parecer un derecho puede transformarse en algo que vaya contra el propio individuo. Que incluso llegue a ponerlo en peligro.

¿De quién sería la última responsabilidad si les ocurre algo? ¿Dónde empieza y dónde acaba la libertad? Esa conciencia puede estar nublada por trastornos psicológicos o dependencias que el individuo no sepa ni pueda superar. En estos casos, ¿puede la libertad individual eximir a la sociedad de su responsabilidad? ¿Hasta qué punto podremos permitirlo y tolerarlo? ¿Hasta dónde nuestro compromiso?

Habrá quien crea que no es su problema, pero es de todos y entre todos tendremos que buscarle solución. Alguno pensará que en otros tiempos esto no pasaba. Cualquier hecho concreto provoca reacciones distintas sobre una misma realidad.

Entre decidir a qué o a quién culpar, o cómo solucionarlo, nada evitará que esta noche, esa muchacha pase frío en la calle.

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