Jamás imaginé que el fin del mundo vendría en forma de carro cargado de papel higiénico. Mis recuerdos infantiles evocan aquel pavoroso escenario del polvoriento Valle de Josafat con las tumbas abiertas, con el que los curas procuraban los terrores nocturnos de los niños de mi generación. O en los cuatro jinetes sin rostro del Apocalipsis y el estridente trompeteo del fin de los días.

La versión posmoderna es el dichoso carro con los rollos de papel de WC. Y que las caras de los cuatro jinetes ya se ven.

Uno tiene el rostro de Milton Friedman, santo patrono de nuestros anfetamínicos neoliberales, fanáticos partidarios de reducir el Estado al mínimo, mientras que, como ahora, exigen al Estado lo máximo posible.

Esto se hunde y ellos pensando en hacer más dinero.

Otro jinete tiene todo el careto de Pablo Casado, con la risa truculenta de Aznar. En plena crisis, entre tanto miedo, dolor y sufrimiento, sólo pretende obtener rédito político. "El Gobierno se parapeta en la Ciencia", dice. De mandar él, el parapeto sería un detente colgado en el pecho u otra chatarra de la milagrería patria.

El tercer jinete es un mix del torero Cayetano, Ana Rosa y Bertín Osborne, con sus bulos mezquinos y sus ocurrencias didácticas sobre virus o pandemias, tan falsas como tóxicas.

Ayúdales, oh Señor, a mantener sus bocas cerradas hasta que sepan de qué están hablando.

El rostro del último jinete resulta familiar, es el del insolidario que todos conocemos. El que acapara productos necesarios o piensa que el estado de alarma son unas vacaciones. Un viejo conocido que, antes de la crisis, ponía a su perro a cagar en portal ajeno, bajaba la basura a deshora o aparcaba en un vado… Que ninguna civilización extraterrestre haya intentado ponerse en contacto con nosotros, demuestra la existencia de vida inteligente en el Universo.

Pese a ellos, saldremos de esta. Aunque me temo que cuando pase el fin del mundo, los sanitarios volverán a sus recortes, los investigadores a su precariedad y los sufridos currantes de los supermercados a sus contratos basura.

¿O habremos aprendido algo?