El Caracol: el último recreo

26 de octubre 2025 - 07:00

Otra más. Sin previo aviso se ejecuta la demolición del recreo El Caracol, también conocido como de Ximénez Tamplin. Más de dos siglos de historia se desvanecen bajo el estruendo de una máquina que no distingue entre ruina y patrimonio. Y con ello, El Puerto de Santa María pierde no solo una finca, sino una parte de su alma.

El Caracol no era una casa añosa. Tenía solera, que no es lo mismo. Era testimonio de una época en la que El Puerto apostaba por la innovación sin renunciar a sus raíces. Allí, en sus cavas subterráneas, se elaboró el único vino espumoso al estilo champán nacido en esta ciudad: el Gran Champagne Continental. Fue obra de Ramón Jiménez Varela, bodeguero visionario que, en plena crisis del jerez, decidió mirar más allá y crear algo nuevo, algo nuestro.

Pero El Caracol era más que vino. Era devoción, con su retablo cerámico dedicado a la Santísima Trinidad y Ánimas Benditas. Era literatura, con Washington Irving terminando allí sus 'Guerras de Granada'. Era amistad, con el enterramiento de su compañero anglicano John Hall. Era, en definitiva, un cruce de caminos entre lo agrícola, lo espiritual y lo cultural.

Hoy, todo eso se borra. No aprendemos. No protegemos. No damos valor a lo que nos hace únicos. Y ahora, cuando la pala entra, nos preguntamos si aparecerá algún resto que nos obligue a mirar atrás. Pero ya será tarde.

La demolición de El Caracol es síntoma de una enfermedad más profunda: la indiferencia hacia nuestro patrimonio. Se confunde lo viejo con lo inútil, lo antiguo con lo estorboso. Y así, poco a poco, El Puerto se va quedando sin sus señas de identidad. Lo que no se protege, se pierde. Lo que no se recuerda, se olvida.

Queda el consuelo amargo de la memoria. De quienes aún saben que allí hubo historia, vino, arte y vida. De quienes entienden que no todo lo que no produce es improductivo. Que hay lugares que, aunque no generen rentabilidad, sostienen el alma de una ciudad. Tengamos muy presente que la memoria es también resistencia. Y hoy, más que nunca, necesitamos resistir al olvido.

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