Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Pablo y Pedro
Los periodistas somos yonquis de la información, vivimos enganchados a la noticia, que es el paradigma de lo perenne, el ayer es el precámbrico y el futuro, algo de lo que alardeamos saber. Pedro Sánchez nos riñe en la sala de prensa de la Moncloa. Qué bostezo, ¿no?, afea el presidente con una sorna negra ante la insistencia de preguntas sobre la crisis del Gobierno y del partido. Él está allí, anunciando un nuevo bono de transportes para trenes perezosos, y los yonquis justicieros, dando la matraca con las responsabilidades políticas. Qué aburrimiento de gente, ¿no?, se molesta Pedro con una sonrisa distorsionada por la fuerza de los tensores, parece Frankenstein, es la maldición de Rubalcaba.
Pedro Sánchez ha sido un observador felino de la sociedad española, nadie mejor que él ha sabido leer los cambios para exprimirlos como ventajas electorales, pero el presidente ha caído presa de esa enfermedad terminal que es el síndrome de la Moncloa, ahora no ve ni lo que está ocurriendo en su partido, donde hay plena unanimidad en la necesidad de acometer cambios en su Ejecutiva. Esa dirección federal es fruto torcido de la dimisión de Paco Salazar, y ni su secretaria de Organización, Rebeca Torró, ni sus dos adjuntos han estado a la altura, se han comportado como esos jerarcas de la Iglesia que preferían trasladar de parroquia al cura rijoso antes que aceptar que entre sus filas se abusaba.
Sánchez lleva dos secretarios de Organización fallidos por corruptos y un tercero que ha resultado ser un acosador, una gerencia que ha permitido que los dos primeros convirtiesen la caja de Ferraz en una lavadora de dinero mordido y una fontanera que limpiaba alcantarillas a la vez que hacía negocios con quien fuese el tenedor de las acciones del Estado.
Pero Sánchez vive en otra realidad, la de Moncloa, donde creen que un bono modifica una agenda que está marcada de un modo muy firme en los casos de abusos sexuales y de corrupción, por eso se enfada con los periodistas, porque no aceptan las gafas del metaverso. ¿No leéis L’Espresso?
Yolanda Díaz le pide lo obvio: ya que tendrá que relevar a María Jesús Montero y a Diana Morant, como ha ocurrido con Pilar Alegría, cambia el Gobierno, envía a Marlaska a su casa, envuelve el gabinete en otro papel y ponle un lacito nuevo. Vende Ferraz, convoca un congreso, miénteme otra vez. Ni eso. Qué bostezo.
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