Cuando parecía que lo rocambolesco, incomprensible, raro o, al menos, no apto para mentes simples, era una realidad, sumamos un nuevo factor a la novela. Todos recordamos aquellas inolvidables e interminables novelas sudamericanas. Aquellas de romances infinitos, con villanos que resultaban ser buenos con los giros de la audiencia, y donde las buenas resultaban ser más malas que las brujas Disney.

Eso sí, menos la inocente, despreciada y humillada protagonista buena, que era buena buena. Aquello desapareció, pero entonces llegaron las novelas turcas, y como las de antaño. Cuando tenemos clara la trama y el papel de cada personaje, surge la sorpresa.

El Puerto, recoge lo mejor de allende los mares y el viejo imperio Otomano. La basura interminable, la nueva novela genera no solo tensión, sino adeptos que defienden el guión, melodramáticos que sienten rabia, y otros que al fin y al cabo les traen al pairo las rencillas, en donde se mezclan el enchufismo legalizado con la exigencia de herramientas de trabajo que no entendemos quien usa.

La simplicidad es abrumadora, pero en el fondo es un complicado movimiento, más propio del ajedrez, en donde, y a conveniencia, los empleados se usan como peones para jugadas magistrales de la abrumadora capacidad política de los que, como dirían en Amanece que nos poco, munícipes por antonomasia, -¡Viva el munícipe por antonomasia!- Curioso que ahora los que pensaban que las huelgas eran orquestadas por la oposición resulta que estaban equivocados, porque se ha descubierto que la misma, al parecer organizada por los propios que tratan de frenarla, es una cortina de humo, tóxico, para esconder una licitación, que ya se sabía que debía producirse ahora, pero que en realidad esconde una licitación, en donde la parte contratante de la primera parte licita a la primera parte contratante el contrato de licitación, o sea, toda una noche en la ópera.

En resumen, a estas alturas el verdadero culpable de todo, o sea el ciudadano que tira la basura, ha llegado al extremo de no saber bien ni lo que quieren unos, que al parecer son la segunda parte contratante pero que aspiran a ser la primera, y la segunda parte contratante, ni lo que los otros ofrecen o incumplen, porque siendo la parte contratante se ven abocados a contratar con la segunda parte que en realidad quiere ser la primera, y mucho menos, a quien defienden los otros, si a la que consideran la parte contratante de la primera parte, o la primera parte de la parte contante, porque eso si lo tienen claro, parece que les importa poco la primera parte, la segunda parte y los espectadores que van a llenar de mierda la ciudad.

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