Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Anita, una ex actriz en declive cuyo mayor éxito profesional fue un papel secundario en un episodio de El coche fantástico, malvive de la venta de fantasiosas exclusivas a las revistas del corazón. Para ello se inventa todo tipo de escándalos que le dan notoriedad y le permiten ganar dinero con cargo a la curiosidad insana de la gente. A veces se le da bien y puede alimentar sus exóticos lujos, y otras, con la cuenta corriente tiritando de frío, lo pasa peor, pero se inventa un romance con algún futbolista culé y retorna a la primera plana.

Tras conseguir un buen currelo —presentar una gala de fin de año en una tele local— otro famosete con mala baba llamado Evaristo la acusa de beneficiarse económicamente al explotar la tragedia de haber perdido a su hijo por culpa de una desgraciada enfermedad. Inmediatamente la opinión pública se estremece y Anita recibe un gran apoyo mediático y ciudadano. Reconcomiéndose por la furia y el dolor, se pone en forma con un preparador físico para intentar hacer su enésimo posado playero de comienzo del verano, cuando recibe una iluminación y decide cuál va a ser su próxima jugada.

Contrata a un famoso despacho de abogados con sede en La Baraka —Victorious Lawyers— y les cuenta su idea. Los letrados le explican cómo llevarla a cabo. Fijan una tarifa consistente en un quince por ciento del dinero que Anita perciba por la operación, impuestos no incluidos, y comienzan a trabajar. Redactan un plan de vuelo, ella pone las alas. Con la falsa excusa de que su difunto hijo había querido ser padre, alega tener un testamento ológrafo verbal de aquel en el que le encomienda crear un heredero utilizando su semen preservado en una clínica privada. Tras recuperar las muestras del zumo de espermatozoides de su descendiente, sin avisar a su ex marido, Anita busca en EEUU mediante catálogo a una madre que le alquile su vientre para poder tener una criatura que sería tanto su hijo como su nieto. Una vez encontrada, se realiza todo el proceso bajo la más estricta confidencialidad. Pasan los meses y comienza el espectáculo.

La estrategia de marketing es contundente: en un primer momento la prensa rosa dice que Anita ha sido madre e incluso la ex actriz acuerda con varios paparazzis que le hagan robados saliendo en silla de ruedas de un hospital yanki en el que, curiosamente, no había sido intervenida. Con ello alimenta todo tipo de comentarios y habladurías, consiguiendo incluso que el Gobierno de la nación emita declaraciones sobre su vida privada, lo que aviva el debate de la gestación subrogada. Sus abogados arreglan el papeleo y Anita vuelve a España, enseñando a toda la nación a su nuevo hijo-nieto.

El día antes del bautizo del chiquillo, un contertulio de un programa de televisión saca a la luz una última y sorprendente exclusiva: el difunto hijo de la ex actriz era estéril. La noticia coge por sorpresa al país. La prensa llama sin cesar por teléfono a Anita, pero esta está tan ocupada clasificando su colección de billetes de quinientos euros que no se entera. El pequeñín duerme plácidamente en una mansión en La Moraleja, ajeno a la podredumbre moral que lo rodea, mientras Toñia, la niñera italiana que ha contratado Anita para cuidar a su hijo-nieto, urde un oscuro plan de venganza.

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