Los autobuses de Cádiz no funcionan, el sistema sí

Letras Capitulares

La crisis de los autobuses deja una lectura positiva: las denuncias ciudadanas y la labor de oposición han provocado, aunque tarde, la actuación del gobierno local

El autobús averiado en la tarde de este martes junto a la plaza de Las Tortugas.
El autobús averiado en la tarde de este martes junto a la plaza de Las Tortugas.

¡Sí-se-puede! Podría estar tentado a gritar cualquiera de los usuarios de los autobuses urbanos que en los últimos días o semanas ha sufrido algún trayecto sin aire acondicionado, alguno de esos que arruga y tuerce la cara recordando cómo un goterón de sudor recorría lentamente su espalda mientras deseaba llegar a la parada y seguir a pie su camino; que tiene guasa estos últimos días saber que se iba mejor caminando con tantos grados bajo el sol que montado en un autobús (salvo que tenga la suerte de tocarle uno de los seis híbridos nuevos).

¡Sí-se-puede! Podría gritar también la oposición municipal, especialmente el portavoz del PSOE, Óscar Torres, que ha estado bastante activo en este incendio del transporte urbano denunciando averías de vehículos y proponiendo medidas y planes de actuación que a la postre han sido los caminos tomados por el gobierno.

Sí se puede, porque el sistema ha demostrado en esta última semana que no todo está perdido, que funciona. La crisis de los autobuses urbanos, que ni mucho menos hay que dar por terminada, deja una enseñanza positiva, una ventana abierta al optimismo en la política actual del descrédito y la crispación.

El gobierno de Bruno García no ha estado a la altura de las circunstancias en esto de los autobuses. Ha tardado demasiado tiempo en reaccionar, e incluso empezó negando la mayor cuando a mitad de semana el concejal Verdulla restaba hierro al asunto hablando de “molestias” mientras un autobús tras otro quedaba parado en calles y avenidas y mientras el aire acondicionado se convertía en una lotería para los trabajadores y usuarios. 48 horas después, el alcalde comparecía primero para convertir las molestias en una situación inaceptable y para reconocer, en definitiva, que no se estaban las cosas bien y que había que articular medidas urgentes sin esperar al consabido nuevo pliego que sigue sin llegar; y el propio gobierno municipal anunciaba luego las primeras medidas, centradas en la prohibición a Tranvía de poner en marcha autobuses sin aire acondicionados en días de fuerte calor y en el refuerzo de los talleres de la propia empresa concesionaria para que las reparaciones sean más ágiles, deslizando que en los próximos días se adoptarán otras acciones para paliar las deficiencias del servicio que, dicho sea de paso, han dado la cara repentinamente estos días de ola de calor.

¿Qué cambió entonces entre la primera impresión del concejal de Movilidad y la reacción del jueves del alcalde y su equipo? A priori, parece que en esta crisis de los autobuses ha habido dos factores o jugadores claves: de un lado, la ciudadanía, que ha ejercido una presión no muy habitual a través de las redes sociales, donde han ido denunciando las deficiencias del servicio a base de autobuses sin aire acondicionado y de vehículos averiados (por no hablar el episodio más grave, que fue el de la asistencia sanitaria que requirió una usuaria el martes). Y de otro lado, la oposición municipal, que con sus denuncias, publicaciones y propuestas ha puesto el foco en un problema que a todas luces el gobierno de Bruno García no había visto en un primer momento y ha tardado días en aceptarlo y abordarlo.

Por todo ello, y a la espera de que las medidas anunciadas sean efectivas en estos días y el servicio mejore, lo ocurrido con los autobuses de Cádiz ha sido un oasis del sistema, que ha demostrado su valía. Ha revelado que ser ciudadano crítico, exigente y participativo (porque también se participa con la crítica en redes sociales a lo que uno considere que no está bien) aporta, porque hace reaccionar al gestor; y ha demostrado también que una oposición es útil cuando saca a la luz problemas ciudadanos y plantea acciones constructivas, en lugar de andar como es habitual buscando un punto débil donde atacar y, peor que eso, andar mirando al pasado o a otras administraciones para arañar la crítica a la sigla política contraria.

En el mismo sentido, pero en el lado contrario, el sistema ha demostrado también que funciona gracias a un gobierno que ha tenido la capacidad de corregirse y de reaccionar, aunque haya sido tarde. Un equipo, el de Bruno García, que no se ha enrocado en la negación de lo evidente (como sí hizo en un primer momento) y en darse una razón que no tenían.

Como ocurre en las terapias, el primer paso lo dio el alcalde el jueves reconociendo el problema y reivindicando soluciones; el segundo lo dio su equipo poniendo sobre la mesa unas primeras medidas correctoras. Y ahora queda el tercero, con esas medidas para seguir mejorando provisionalmente el servicio hasta llegar al cuarto paso, que es la adjudicación y entrada en servicio del ansiado -y necesario- contrato de autobuses urbanos.

stats