Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Yo no sé si algún día aparecerá en alguna zanja el cadáver de Federico García Lorca, pero la cuestión es que donde Lorca vive mejor es en la memoria de sus infinitas sorpresas. Decía Neruda de él que era "un multiplicador de la hermosura", y decía él mismo, hablando de Góngora, que el poeta ha de ser un maestro de los cinco sentidos corporales, más el sexto, que es el misterio. "El misterio no está fuera de nosotros, sino que lo llevamos alrededor de nuestras venas". Pasa el tiempo y el eco de sus versos se estira en mi memoria. El pasado 27 de julio, con la luna de sangre, entre los telescopios de los Amigos de las Estrellas, se me apareció el jinete por el camino imposible de Córdoba: "Por el llano, por el viento, / jaca negra, luna roja". Cuando estuvimos en Fuentevaqueros, en aquellos campos de chopos tembladores, me pareció entender qué significa el verso "mil panderos de cristal / herían la madrugada". El mismo Federico decía que él los había visto "en manos de ángeles y de árboles, pero no sabré decir más, ni mucho menos explicar su significado". También he sentido esos panderos en medio de una noche atravesada de grillos y chicharras. En las pescaderías están a nuestra vista "las muertecitas pequeñas del mercado", con sus cuerpos exánimes y sus ojos que no ven. Cuando empecé a conocer a gente homosexual fue cuando realmente entendí el grito del soneto: "Ay voz secreta del amor oscuro / ¡ay balido sin lanas! ¡ay herida! / apiádate de mí, ¡rompe mi duelo!/ ¡que soy amor, que soy naturaleza!". Y en una ocasión, a raíz de una de esas experiencias del límite que todos tenemos alguna vez, me vino a la cabeza de repente el "Romance sonámbulo": "Mocito, si yo pudiera, / ese trato se cerraba. / Pero yo ya no soy yo. / Ni mi casa es ya mi casa". Difícil expresar mejor lo que significa haberse quedado vacío cuando la vida te da la vuelta como un guante. Tengo un objeto surrealista de Mario César de las Cuevas: es un teléfono de baquelita de los de pared, y el artista ha tuneado el auricular y le ha puesto unas alas. Lo he colgado en una de mis estanterías. El dial cae a la altura de Lorca. El auricular con alas está al oído del Quijote. Entre Federico y don Miguel escucho conversaciones que no se pueden enterrar y que aún van, van por el aire.

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