Estos días tan moviditos que ha tenido nuestra ciudad con esa convención nacional de la almazuela              -patchwork en lengua anglosajona- han dado para mucho tanto en los mentideros de costumbre como en los instalados permanentemente en los ‘caralibros’ que cuelgan de las redes sociales. Pero no es precisamente ese el motivo de este artículo, sino más bien una consecuencia sobrevenida de tantos retales juntos. Tuve oportunidad de cambiar impresiones con el acompañante de una aficionada que acudió al reclamo de este encuentro patrio en El Puerto. El hombre desde su óptica de visitante primerizo por estas tierras me sorprendió con su visión analítica de lo que percibía a través de los sentidos, y también de lo que imaginaba había habido y había sido.Mentalmente me hizo dar un recorrido por lugares que ahora se han convertido tan sólo en recuerdos de abuelo cebolleta, aunque algunos no han llegado ni siquiera a eso.Con un plano en la mano me preguntó por qué no había barcos en una ciudad tan marinera como ésta. Me insinuaba, que ver los cantiles del río como un calendario que se va quedando sin hojas a medida que pasa el tiempo es síntoma de agotamiento. Por el contrario alabó nuestra gastronomía marinera sencilla y exquisita, así como nuestros caldos más generosos cuyas bodegas catedrales ya casi no los cobijan. Tuvo oportunidad de hacer visita y comprobarlo in situ. Tampoco entendió mucho ese trasiego de vinos, poco justificable desde su punto de vista, salvando las ¿legítimas? ambiciones de sus propietarios. El misterio del velo de flor quedará para la trastienda del ectoplasma museístico de Ramón Bayo. Que tampoco existe.Mirando el mapa se dio cuenta que estaba inmerso en una ciudad de trazado y arquitectura de gran relevancia, y no entendía cómo paseando por la plaza del Polvorista había dos Casas Palacio cerradas a cal y canto y casi en ruinas. Me dio un poco de vergüenza y agaché la cabeza.De todos modos echamos un buen rato disfrutando del gran clima que tenemos y que afortunadamente, de momento no pueden toquetear nuestros políticos. Entre risas y veras me preguntó dónde estaba situada la Estación de Autobuses, quería volverse tempranito para casa. No encontré agujero donde meterme.

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