Antes de empezar la segunda conferencia de la Academia de Bellas Artes, en el patio de Santo Domingo, charlábamos con un profesor muy implicado en la sociedad sobre la desaparición de palabras que antes se consideraban importantes entre la mayoría de las personas. Al desaparecer del vocabulario de la población adulta que las podía trasmitir, se han vuelto totalmente desconocidas para los más jóvenes.

Nos cuenta que, poco antes de jubilarse, contestó a un alumno ante algún comentario disparatado: —tú lo que tienes que hacer es buscarte un cura y que te de la absolución. El chico le preguntó:

-¿La solución?

-No. Recalcó él. La absolución.

-¿Y qué es eso, profesor?

Asentimos. En la sociedad actual se desconocen incluso palabras mucho más fáciles, como sacristía, celestial, sacrificio o altar. Y no deja de ser curioso, porque algunos de los jóvenes se pirran por ir en las filas de las procesiones, o por trasladar los pasos durante la Semana Santa. Algunos desean esos momentos especiales que este año no han podido llegarnos. Cuando se nombran estas palabras, gran parte de la juventud —que no toda—, las trasladan a películas de superhéroes, sin relacionarlas ni por asomo, con lo religioso.

Lo religioso. La preocupación que tienen algunos políticos por acabar con la enseñanza de la asignatura de religión en los centros… Creo innecesaria esta preocupación. Que no pierdan fuerza ante los graves problemas que se multiplican, como el cierre de establecimientos, el consecuente aumento del paro, el refuerzo de personal docente, de pediatras y dejen en paz a los grupos interesados en preservar la cultura religiosa, que entre otras razones importantes, es cultura, a fin de cuentas.

La conferencia, impartida por Inmaculada Moreno, tenía por título '1920 y T. S. Eliot: El inicio de la poesía actual'. Me asombran estos grandes poetas planteándose dudas sobre la posibilidad de ser originales en lo que escriben, o el significado correcto de las palabras en el XX… y que avance, de forma evidente, el desconocimiento de ellas en el XXI.

Los privilegiados españoles de este siglo tenemos al alcance el poder mejorar nuestra cultura literaria, musical, religiosa… ¿Estaremos retrocediendo?

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