Puente de Ureña

Magia, superstición, destino

El tiempo cuando juega al exterminio es un casino itinerante. Algo que el hombre intentó controlar

A veces, el tiempo juega, niño ignorante, con todas las cosas de la vida. Nada es inmutable, todo cambia en segundos, día a día. Su misma definición ya resulta fugitiva. "Duración de las cosas sujetas a mudanza". Y esta mudanza, es veleidosa, a veces, irónica y, como no trágica. El dramaturgo Félix Lope de Vega y Carpio, -reconocido en Cai, Cai, por la calle Barquillas de Lope, fue un fogoso amante, mudanzas muchas que haberlas haylas, y a pesar de ser el renovador del teatro, loor y honor, y sacerdote, tuvo innumerables lances de amor, y por supuesto, hijos. Pudiera haber sido un antecedente del Tenorio, con verdadero dolor de conciencia y muy poca voluntad, sobre todo, enamoradísimo de Amarilis, cuando ya era senecto. Ya viejo, con muchas penas y experiencias a sus espaldas, se creyó joven. Fue militar también a las órdenes de Álvaro de Bazán, y no alcanzó el grado de bachiller, más no fue gilipollas. Pero, solo, viejo, y muy deprimido, tuvo que lidiar con la sorna del sino o destino. El rapto de su hija Antonia Clara por Cristóbal Tenorio, un protegido del Conde Duque de Olivares y hombre que desempeñaba, a la sombra del favorito, un puesto en Palacio. Lope cantó todo este suceso en la égloga Filis, fechada en 1635 y publicada después de la muerte de su autor. En ella, Lope se recrea en los detalles del rapto, en el soborno de la criada, en el encuentro de la casa vacía la noche del suceso, ropas y cajones dispersos por el suelo. Algo que aumentó su tristeza hasta morir. Un Tenorio raptando a la hija del otro tenorio. El destino riendo en el trastiempo del vivir. Y los huesos de Lope, el más grande dramaturgo, se perdieron arrojados en una fosa común.

El torero Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete, tenía el sino negro en Linares, con el toro Islero, de Miura. Su amor fue la artista Lupe Sino. Sino que no la abandonaría pues se casó años más tarde, ironías del destino, con un abogado llamado Manuel Rodríguez, hombre bien situado y de gran fortuna del que se divorció. Lupe murió sola en su casa de Madrid, en septiembre de 1959 y ése día, destino ya sarcástico, se lidió un novillo en Madrid, de nombre Islero. El destino se ríe masticando sus piedras.

En el cartel de Pozoblanco, el trastiempo jugó para gol. Murió Paquirri, corneado por Avispado de Sayalero y Bandrés. A ese toro lo mató José Cubero, Yiyo quien moriría de fatal cogida del toro Burlero, ¿burla? Poco después. Yiyo mató a ese toro también. Murió matando. Su mozo de espadas Chocolate, falleció al poco tiempo, su apoderado Tomás Redondo se suicidó. Al ganadero Juan Luis Bandrés, lo mató a tiros un empleado. El Soro, tercer espada, quedó inútil de las piernas para ejercer la profesión…

Volvamos a Manolete: Lagartijilla fue un rehiletero despenado en el ruedo de una cornada mortal. Lagartijilla, es un pasodoble del compositor Martín Domingo, que tocó la banda de música en Linares, en el quinto toro, o sea Islero. El último pasodoble de su vida. Muerte extasiada con la muerte. Ab utrosque.

El tiempo cuando juega al exterminio es un casino itinerante. Algo que el hombre intentó controlar. Lares y manes. Fortuna, infortunio, numerología, adivinaciones variadas. Todo mezclado con sobresaltos, huidas, ritos, supersticiones…Estimo que es el tiempo cuando acuesta tiempos viejos. Un poco el mantener la sed de las derrotas, el espejo retrovisor de todo ante sus causas.

A veces, el tiempo es un daguerrotipo sin más tiempo. El trastiempo que todo lo desata.

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