Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Coincidí la semana pasada en Sevilla con la final de la Liga europea de la UEFA. Y nunca he visto tantos energúmenos juntos.

El hombre debe llevar en sus genes el concepto tribal, el sentirse parte de un grupo con el que se siente seguro, pero enemigo de otros con los que se considera diferente.

Había grupos con camisetas azules, otros con camisetas blancas, y muchos sin ninguna camiseta. Pero esa diferencia, puramente estética, reflejaba distintas nacionalidades -escoceses y alemanes-, y lo que al parecer es más importante, ser aficionados de distintos equipos de futbol. Hasta aquí, todo puede ser considerado normal.

Pero esa diferente adscripción a distintos equipos de futbol ha constituido la causa de graves altercados. Y eso no parece muy normal. Cuando se cruzaban dos grupos con camisetas del mismo color, gritos y arengas de euforia y complicidad; pero si eran de distinto color, gritos y gestos agresivos; eso sí, todos con jarras de cervezas como trofeo. Se insulta a quienes les gusta otro equipo de futbol. Sencillamente lamentable.

Estos eventos deportivos se venden por lo políticos como un maná para las ciudades que los acogen. Pero en Sevilla lo que se vio fueron peleas callejeras, basura por todos sitios, calles llenas de botellas rotas… Los bares, supuestamente los más beneficiados por el evento, tuvieron que cerrar para evitar destrozos por esa jauría de descerebrados borrachos. Y todo con el agravante de que se trasladaron a Sevilla unas 150.000 personas, de los que sólo tenían entradas 20.000. ¿Para qué vinieron? Para emborracharse y montar la bronca. El futbol fue la excusa.

Este sentimiento tribal violento se está extendiendo peligrosamente a otros sectores de la sociedad, y ha irrumpido de forma alarmante en el ámbito político. Hay partidos que están haciendo del insulto, la descalificación y la agresión verbal -que lleva a otras agresiones-, su seña de identidad. Que consideran enemigos a quienes se diferencian en el color de piel, la nacionalidad o la religión. Que llaman delincuentes a quienes sólo son diferentes. Que criminalizan a quienes llegan a nuestro país en pateras huyendo de la guerra y la miseria, pero ensalzan a sátrapas que vienen en aviones privados desde países musulmanes, eso sí, ricos en petrodólares.

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