No sé a ti, a mí me ocurre que detrás de las siglas veo los rostros familiares, las palabras dichas, lo cotidiano, normal. Cuando veo las expresiones del malestar de las batas blancas y de las batas verdes, los encierros de médicos, el estrés de la profesión en los pasillos abarrotados de los hospitales, las imágenes de la crisis profunda de la sanidad pública en España, lo puramente reivindicativo de lo político que lleva el agua de este río, yo recuerdo a don Romualdo. Desde que don Jesús Martín Almeida se jubiló, don Romualdo Roncero fue mi médico, y lo sigue siendo. En cierto modo, se parecen, aunque creo que todos los médicos de atención primaria, los médicos de familia, se parecen. Soportan sobre sus hombros la inmediata salud de los españoles. Como don Romualdo, un hombre educadísimo, atento, cordial y profesional. Al máximo. Por eso, digan lo que me digan, la imagen de la Sanidad Pública será don Romualdo y lo que de él procede. Pienso en Inés, por ejemplo. Una enfermera excepcional que te sigue y te persigue para tu curación, para tu bien. Sale uno del centro de salud respirando mejor, persuadido de que la gente que allí trabaja lo hace para tu salud y bienestar. Indudablemente. Son una expresión definitiva del progreso humano. Y en las fases críticas están los hospitales con los otros médicos que te curan, te devuelven a la vida con la salud necesaria y conveniente. Entonces, con ingenuidad lo digo, ¿por qué los gobiernos no se preocupan de esta gente emocionante que te atiende, te escucha, te receta, te aconseja, te sana? Nunca pierde un minuto del tiempo de la consulta don Romualdo para criticar a nada ni a nadie, no es una charla de café ni siquiera un normal desahogo. Vengo de una sala de espera llena de gente silenciosa que solo ella sabe lo que lleva por dentro. Don Romualdo los conoce a todos y si pudiera multiplicar el tiempo, el tiempo multiplicado tendría para dárselo. Es la imagen de la Sanidad Pública este médico cañaílla, esta enfermera, las personas que gestionan las demandas, organizan en lo posible el desbarajuste inicial de todo. Este artículo no es un homenaje, no tendría palabras suficientes. Es un granito de arena. Una botella que echo por las escalerillas del Puente de Zuazo al caño para que, saliendo por la Carraca al mar abierto, llegue a las manos de quienes pueden -y deben- hacer lo imposible para que estos españoles maravillosos tengan el debido reconocimiento y respeto que se merecen. En cuanto a las retribuciones, en cuanto a las condiciones laborales. Aunque me temo que saben muy bien que don Romualdo, y don José, doña María del Carmen, don Manuel… el santoral completo de la Sanidad Pública va a seguir siendo la imagen de la Sanidad Pública. Y contra esa imagen no pueden, sostienen abnegada y generosamente todo el edificio. A pulmón.

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