Dani

La muerte siempre, ese paso inevitable tras del cual está la puerta de la luz y del perdón

Dani, dime de ti, por favor. Fue una súplica la que le hice. Me contestó: Regular, Enrique, reza mucho, por favor. Días antes le envié un poema de Edna Frigato: "Benditos sean los que llegan a nuestra vida en silencio, con pasos suaves para no despertar nuestros dolores, no despertar nuestros fantasmas, no resucitar nuestros miedos… Benditos sean los que se dirigen con suavidad y gentileza, hablando el idioma de la paz para no asustar a nuestra alma (…)". Muchas gracias, Enrique. Eso me escribió. Fueron mis últimas conversaciones con Daniel Nieto, que me acaban de decir que ha fallecido. ¿Sólo cuando llegan estas noticias horribles descubre uno que quería a alguien entrañablemente? No en mi caso ni en el caso de mi amigo Dani, al que ha derribado una enfermedad atroz contra la que luchó hasta el último momento. Con todo pero sobre todo con la oración y la esperanza en su Padre de Misericordia y su Madre de Piedad. Qué mal me siento, cuántas risas juntos, cuantas confidencias y confesiones, cuántas esperanzas en hacer una Isla más grande, más justa, mejor que la que habíamos recibido. Tan joven, Dani, lleno de futuro que estaba. En su vocación política y en lo que lo necesitaba su hija, sus padres, su hermano y sus amigos…

También por WhatsApp he sabido que Daniel Nieto había muerto. El primer mensaje, lleno de presagios funestos, fue de José Loaiza, con el que colaboró estrechamente en el tiempo en que gobernaron el Ayuntamiento. ¿Sabes lo de Dani? No sabía nada, estaba oyendo una sonata para violín y piano de Ottorino Respighi y pensando en otro amigo, el violinista Carlos Jaime. Me disponía a escribir este Calle Real sobre otro, no me gusta nada en absoluto escribir de un amigo que acaba de morir, escribir en caliente, en dolor, en carne viva. Así no, pero ya me han ido llegando otros WhatsApp, especialmente de mi hijo Enrique, que me conoce y sabe bien lo que siempre he querido a Dani, me ha escrito con preocupación por mi dolor. Yo estoy preocupado ahora por su madre y por su hija, que eran un universo cerrado para él, eran los dos polos de la dinamo de su existencia. ¿Quién las consuela, tienen consuelo? La muerte siempre, ese paso inevitable tras del cual está la puerta de la luz y del perdón. En la que Dani creyó fervientemente. De ahí sus últimas palabras de día 8, a las 22:02 horas, reza mucho por favor.

Venía mal lo que le llegó. Sentados en la puerta del Naca, en la Pastora, tomamos aquella tarde una coca-cola. Veníamos de votar en el Cabildo de nuestra Hermandad. Me dijo lo que tenía y que estaba bien, luchando. Hace tan poco…

Voy a seguir rezando mucho, he descubierto que es lo único que podemos hacer muchas veces. Descansa en paz, amigo bueno.

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