Cómo se ha sentido la muerte de don Antonio Ceballos, otra persona que pasó haciendo el bien y que se va, justamente, en momentos en que tanta falta hacen personas radicalmente buenas y servidoras de los más necesitados! Su nombre se une al de otros fallecidos en los últimos meses que han dejado un inmenso vacío difícil de ocupar. Sin querer olvidar a nadie pienso en Gabriel Delgado, Federico Linares, Manuel Casanova, Miguel Mougán, Alfonso Caravaca, Melchor Prats y ahora don Antonio Ceballos. En mi caso, que vivo a unos cuantos miles de kilómetros de Cádiz, al dolor por su partida se une el que, debido a la distancia, no haya podido tratarlos en los últimos tiempos, ni despedirles, ni tener la oportunidad de compartir con hermanos y amigos el duelo por su muerte.

Mucho se habrá escrito y hablado de don Antonio en estos días, y de las huellas de su paso por Cádiz, Son de esas personas a las que yo llamaba "Padres y Madres de Cádiz" por la vida que nos han dado a todos, a la Diócesis de Cádiz y Ceuta en este caso, y que nunca deberían ser olvidadas porque su modo de vivir era una escuela viva. Aún a riesgo de hablar de algo bien íntimo, me permito contar una anécdota que me sucedió en muchas ocasiones. Periódicamente sonaba el teléfono de la comunidad marianista del Colegio San Felipe Neri y al descolgar el teléfono y peguntar quién llamaba, la respuesta era: "Voy para allá". La voz de don Antonio lo identificaba de inmediato. Y su mensaje era claro y se entendía a la perfección: "Voy para allá. Avisen, por favor, al P. Feliciano porque voy a confesarme". Así una y otra vez.

En Madrid, en la enfermería provincial de los marianistas donde reside, el P. Feliciano, a sus 99 años, habrá sentido la muerte de su Obispo, hermano, amigo y penitente. Nosotros sentimos la alegría de haber tenido a don Antonio por Pastor, rezamos por él y le homenajeamos sirviendo a la Iglesia y a los hombres y mujeres, a los últimos sobre todo, como él lo hizo. Descanse en paz.