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No pretendo criticar, solamente constato algunas circunstancias presentes en los Carnavales gaditanos, que son muchos y cada vez de más largo alcance, como estamos pudiendo comprobar en las sesiones preliminares del concurso del Falla. Todavía no ha comparecido ninguna chirigota ucraniana, ni ningún cuarteto de Hanoi, pero todo llegará.
Las primigenias Saturnales romanas, donde parece tener sus orígenes el Carnaval, eran toda una manifestación de transgresiones y desenfreno. El orden social se revertía por completo: los amos servían a los esclavos y hasta los propios emperadores podían ser objeto, no sólo de cuchufletas; incluso se les podía insultar sin temor a represalias, cosa que acontecía periódicamente para que aquellos todopoderosos seres manifestaran un sentido del humor, que no siempre poseían. Por ejemplo el ciezo de Calígula hizo quemar vivo a un humorista espontáneo que se pasó un pelín. La República tardía y el Imperio eran, no obstante, sistemas fuertemente opresivos y socialmente muy desiguales, como explica muy bien Jerry Toner en un excelente libro, que se puede complementar con el Satiricón y otros clásicos ilustrativos. Por supuesto el sexo ocupaba un lugar preponderante en aquellas juergas carnavalescas, en las que los Príapos mostraban generosamente su bien dotada natura.
El Carnaval cristiano no se puede entender sin la Cuaresma. Como nuestros antecesores en la cultura católica se tomaban muy en serio la etapa de privaciones alimenticias y sexuales, o, al menos, lo aparentaban, era lógico que se sacaran la espina en una semanita de alboroto y desparrame. Eso no sucedía con los puritanos o calvinistas, que siempre tuvieron muy poco sentido del humor y bastante mala leche y, si no, que le pregunten a Miguel Servet q.e.p.d.
El maravilloso Juan Ruiz, Arcipreste de Hita lo cuenta con muchísima gracia, pero el desgarro de carnestolendas ha durado hasta hace bien poco, y bien que les llamó la atención a personas tan interesantes como Ramón del Valle Inclán:Es Miércoles de Ceniza, Fin de Carnaval. Tarde de lluvia inverniza. Reza el funeral…
También a pintores ilustres, como Gutiérrez Solana. Tanto Valle como Solana muestran un Carnaval de destrozones en pleno delirio callejero y notablemente mugriento. Se trataba todavía de transgresión y desorden en plena expansión. La Cuaresma amenazaba y el entierro de la sardina estaba a las puertas de nuestros conciudadanos, que aún se acercaban a las iglesias para ser advertidos de la fugacidad de la vida, mediante la impresión en sus frentes de la ceniza en un miércoles: "recuerda que eres polvo…"
Dado que la Cuaresma como tal no parece afectar seriamente a nuestra sociedad, tanto en lo que respecta a los laicos, como a los católicos practicantes, es completamente normal que los Carnavales hayan cambiado de signo casi por completo, pasando a ser, como mucho, una fiesta popular, con sus bailes sociales, sus modestas expansiones callejeras y otras inofensivas actividades lúdicas.
El caso del Carnaval gaditano es muy semejante al de otros contemporáneos. Quizás uno de sus rasgos más destacables sea la extrema ritualización. Una vez que el Concurso del Falla se ha constituido prácticamente en centro de la fiesta, tanto por su relieve mediático, como por su extensa duración, ha llegado un momento en que charlar sobre el asunto, echar un cachito con la gente sobre Carnaval, prácticamente se centra en comentarios sobre las agrupaciones que acuden al concurso y son televisadas diariamente.
En esta ritualización destaca un elemento que personalmente no acaba de convencerme: parece que el lujo, la sofisticación y la profesionalización van sustituyendo al ingenio y a la espontaneidad. Disfraces recargados y no especialmente elegantes, plastas de material sintético sobre la cabeza (en función de pelucas), decorados excesivos y escasamente funcionales… Me cuentan que cada día hay más empresas dedicadas a proporcionar a las agrupaciones todo tipo de recursos escenográficos en disfraz, decorado y artificios varios. Se añaden "figurantes" no siempre justificados en la línea del grupo. Claro está que hay muy gloriosas excepciones, sobre todo en chirigota, tanto en proyectos de los más destacados autores, como en gente "del montón", quienes siguen sacando a relucir toda la gracia gaditana y un buen grado de malicia. De todos modos la crítica viene siendo muy suave, vamos, que no llega la sangre al río, y suele centrarse en tópicos presentes en los medios de comunicación, más que en la experiencia del vivir cotidiano o en los asuntos verdaderamente críticos política y socialmente.
Lo grotesco, lo esperpéntico, parece haberse refugiado en la política. Un País que tiene encarcelados o fugitivos a políticos nacionalistas, que, dicho sea de paso, no despiertan en mi la más mínima simpatía, presenta un espectáculo bastante absurdo. El absurdo se complementa con el panorama de corrupción del partido que nos gobierna y la actitud de periódicos que destacan en primera plana la corrupción… ¡En Brasil!
Pese a mis expresados reparos a los Carnavales, confieso que continúo siguiéndolos devotamente día tras día. Estoy "enviciao".
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