Tras una primavera atípica por la alta pluviometría, y un comienzo del verano igualmente atípico por las temperaturas suaves, llegó el calor. Tendremos que irnos acostumbrando a estos cambios de estaciones que, si no se adoptan medidas drásticas, pueden ser catastróficos.

En general, somos escépticos a lo que no vemos. Científicos y ecologistas vienen advirtiendo desde hace décadas del cambo climático. Se conocen sus causas y las medidas para prevenirlo. Pues nada, en esas mismas décadas los políticos y los directivos de las grandes multinacionales se han dedicado a dar largas al asunto, a negar lo evidente, a no hacer nada: "que lo solucionen los que vengan detrás". Pero los que nos sucederán ya no podrán solucionar un problema que no han generado. Pura insolidaridad intergeneracional. Las constituciones nacionales y los tratados internacionales deberían incluir los derechos de los que todavía no han nacido, aquellos que no votan, no pagan impuestos y no pueden opinar, pero que serán nuestros herederos. El que les leguemos un planeta habitable o uno inhabitable depende de nosotros, de las decisiones que adoptemos aquí y ahora.

España puede ser uno de los países más perjudicados por el cambio climático. Tenemos un clima mediterráneo, vecino del desierto. Un pequeño cambio en la dinámica atmosférica nos puede convertir en una zona semidesértica. ¿Qué haremos entonces?

Incomprensiblemente estamos a la cola de Europa en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. No cumplimos el Protocolo de Kyoto, ni hay visos de que vayamos a cumplir el Acuerdo de París. Hemos tenido gobernantes negacionistas del cambio climático, como Aznar; otro que tenía un primo que le dijo que no existía tal fenómeno, como Rajoy; y otros que, a sabiendas de la gravedad de la situación, como González y Zapatero, no hicieron nada. Ahora tenemos una ministra de Transición Ecológica que es una experta en cambio climático. Esperemos que sus conocimientos sirvan para cambiar la situación.

Es evidente que el cambio climático es el principal reto de la humanidad. Ha acabado una época, aunque algunos se resistan, la de los combustibles fósiles y la del despilfarro energético. España puede tener un papel protagonista en ese nuevo panorama de las energías renovables.

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