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Acabo de aprender una palabra que es una nueva concepción del mundo: holobionte, del griego ‘holos’ (todo) y ‘bios’ (ser vivo). Es un concepto acuñado por la bióloga Lynn Margulis para referirse a los seres que están formados por la unión simbiótica de varios organismos. El DRAE no trae la palabra, pero sí la Wikipedia: suele ser “la asociación entre un macroorganismo (animal o planta) y los microorganismos simbióticos que componen su microbiota”. Esto cambia el concepto de la vida y del ser humano. Ya no es exacto decir “yo soy yo y mis circunstancias”, porque antes yo soy yo y mi microbiota (mis bacterias, arqueas, protistas, hongos y virus). Por otra parte, no solo es que yo sea un gentío de criaturillas (lo sabía Whitman) sino que nos perpetuamos en el ‘hologenoma’. Los biólogos están cambiando la noción darwinista de la vida como “lucha por la supervivencia” porque lo cierto es que es más acertado plantearla como simbiosis, como asociación de organismos que se cuidan entre sí. Y está cambiando también la noción de inteligencia, que ya no se asocia solo y exclusivamente a un cerebro animal o un sistema nervioso central sino a los “intercambios multidimensionales entre un organismo y su entorno”. Esto dice Jorge Riechmann en su epílogo al libro Humanismo del árbol, de Carlos Edmundo de Ory, que acaba de salir en Athenaica. “Los árboles fueron los primeros templos de la Divinidad”, decía Plinio. “Los árboles, mi iglesia”, decía Ory. Y ahora los científicos muestran la vida ejemplar del bosque, donde los árboles-madre nutren a sus arbolillos a través de las raíces, las hojas, el micelio (una red amplísima de hongos subterráneos). El planeta entero es un sistema que se autorregula para mantener la vida en la biosfera. Lo que dice la ciencia es lo que, por la vía del lenguaje simbólico, han transmitido desde siempre los verdaderos poetas, herederos de los chamanes. El holobionte humano, minoritario en el planeta, es sin embargo horrorosamente destructivo. Un simio enfermo, según Diana Aurenque. Me pongo para dormir música sanadora de cuencos tibetanos. A ver si hago las paces con mi microbiota y luego, ya si eso, con todo lo demás.
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