Cultura

Un viaje hacia la desolación

  • La ermita de San Ambrosio, declarado BIC y ejemplar único de ermita paleocristiana en Barbate, abandonada una década después de su rehabilitación

El gran cuadro que preside los desayunos y almuerzos diarios en el porche de la Venta Canuto de Barbate es una contradicción vergonzante. No por su calidad artística, que no juzgamos. Tras las mesas, el lienzo reproduce una imagen que en su momento fue real y ahora es ideal: una cuidada ermita de San Ambrosio en tonos claros aparece en un verde entorno idílico. Seguro que alguna vez el santuario lució ese aspecto, pero mirar el cuadro mientras se toma un café en ese bar, después de visitar el templo que agoniza en soledad, es muy deprimente. Así que a lo mejor la razón para explicar por qué las autoridades de diverso tipo encargadas de velar por el mantenimiento y conservación de uno de los escasos ejemplos de arquitectura visigoda en Andalucía, una ermita paleocristiana del siglo VII, es tan simple como que nunca se han tomado un café en la Venta Canuto. Ni una cerveza. O hace mucho tiempo que no visitan la ermita. O ninguna de todas esas cosas.

Esta historia tiene un principio feliz y un final tan incierto que ya duele. ¿Cómo se dice lo contrario de 'puesta en valor'? Pues exactamente eso es lo que se ha conseguido tras la estupenda restauración que se hizo hace ya más de una década en esta pequeña iglesia situada muy cerca de la aldea barbateña que lleva su mismo nombre. En una actuación considerada modélica, promovida por la Mancomunidad de La Janda, con la colaboración del Obispado de Cádiz y Ceuta como propietario, el Ayuntamiento de Barbate y el INEM, la ermita y su entorno quedaron en 2004 en un estado calificado como "perfecto" por Paloma Bueno, la arqueóloga que dirigió la excavación, en una declaración hecha en 2011 cuando ya el estado de abandono era alarmante, dejada a su suerte la primorosa obra multidisciplinar realizada prácticamente desde su finalización.

Ahora, Paloma Bueno ya ha dejado de ir por el santuario, simplemente "por no sufrir", según decía hace sólo unos días. Eso la libra de las lamentaciones seguras que padece quien se acerca a disfrutar de la evocación histórica que inevitablemente provoca este monumento paradójicamente declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía, que no parece haber demostrado por su parte mucho interés en su protección. No es por ese interés por el que la iglesia es fácilmente accesible, a sólo unas decenas de metros del camino rural y terroso de San Ambrosio. El camino de tierra tiene una gran piedra colocada en su centro. La cancela metálica no cumple la función que le da su nombre, abierta día y noche a cualquier intruso, desaparecido el candado. La cerca de hierro está siendo arrancada y removida poco a poco, se supone que sirviendo como ingreso a chatarreros y traficantes de toda laya. Los excrementos de vaca aparecen dispuestos a sorprender al vistante confiado.

Un paseo breve por este bellísimo lugar permite comprobar la falta absoluta de vigilancia. O tal vez no: la figura de un paisano de avanzada edad aparece y desaparece con su mirada de soslayo hacia los visitantes que se entretienen demasiado tomando notas y haciendo fotos para un reportaje. El hombre de pronto no se ve, pero a la vuelta de una pequeña curva, se le vislumbra de nuevo agachado a la sombra de un árbol. Desde luego no es el vigilante del monumento, no parece a sueldo de la Consejería de Cultura, ni del Ayuntamiento, ni del Obispado, pero vigilar, vigila claramente. El qué no se sabe, porque no ha impedido el expolio. Parece imposible que nadie haya visto como quien sea se está llevando las pesadas rejas.

La maleza invade el monumento. Nada que ver esta imagen con la que aparece en las fotos de un gran cartel, tomado por los caracoles, junto al camino que señaliza su ubicación. En él la Junta de Andalucía ha puesto junto a su logotipo un titular en español y en inglés a la ermita: "Un viaje en el tiempo". El que entre en estos días realizará más bien un viaje a la desolación. Ni siquiera el aliento romántico que tienen las ruinas se sobrepone a esta dejadez de puertas abiertas y piedras esparcidas. Nada queda del orden que mostraban las imágenes tras la restauración. El rótulo de la Junta es inmune a esta realidad y engaña al lector: habla de una necrópolis romana "que en la actualidad se encuentra en rehabilitación". Quizá se refiera a esos agujeros empedrados tras la iglesia, apenas visibles entre los espinos.

Paloma Bueno quiere resaltar la gran "importancia histórica" de este santuario, edificado varios siglos antes de que los árabes llegaran a España, aunque buena parte de lo que se ve es del siglo XV. Por eso los arcos de ladrillo de la única nave rectangular destechada son góticos. Como testigo de una anterior época permanece la reutilización del evocador capitel corintio que remata una de las columnas, proveniente con seguridad de la villa romana que estuvo antes en ese lugar.

En el atrio del que quedan unos bancos de piedra adosados al muro, se levanta una puerta gótica y sobre ella el escudo del obispo Pedro Fernández de Solís. Dentro, permanecen los grandes tubos de hierro que sirvieron para consolidar los arcos que sustentan la nave rectangular. Un par de capillas adosadas vacías completan el espectral panorama. Pegado al muro hay una capilla lateral con acceso externo y bóveda gótico-mudéjar que algún visitante con ínfulas ha querido reutilizar y ha pintado con la figura de un buda. Consecuencias indeseables de ser considerado un "punto telúrico".

Fuera, un edificio más moderno y con trazas de haber sido restaurado no hace mucho, guarda (si se puede usar este verbo en una sala sin puertas) restos de columnas y de antiguas tejas, que milagrosamente siguen allí. El conjunto es enormemente desolador. Consultado por este periódico, el Obispado de Cádiz y Ceuta, propietario de la ermita, aclaró que en febrero de 2015 se firmó, con el Ayuntamiento de Barbate, un convenio "que sigue vigente", por el cual el Obispado se comprometió a facilitar los materiales necesarios para el "desbroce, reparación y mantenimiento del camino de acceso, reparación del vallado perimetral de la Ermita, así como de las puertas y candado de acceso al recinto y a la Ermita y la reposición de los materiales de sustentación de los arcos que habían sido sustraídos". Evidentemente, esta acción no se ha llevado a cabo, aunque el obispado asegura que ellos han cumplido su parte.

Según el obispado, el Ayuntamiento de Barbate actuaba como promotor de las obras gestionando la mano de obra y la dirección de la misma (informando al Obispado) así como de su mantenimiento. Tras esta acción, ambas entidades se comprometían a la colaboración para la "difusión de los valores históricos y culturales de la Ermita de San Ambrosio. Admite el obispado que "efectivamente, el terreno de alrededor de la ermita -es decir, todo aquel que no pertenece como tal al diámetro perimetral de la misma que está vallado- forma parte de una finca, que se encuentra arrendada y en la que se realizan actividades de índole agrícola y ganadera, pero siempre fuera del perímetro de la Ermita propiamente". No es así en realidad puesto que las cercas están rotas y los animales y las personas entran con total libertad. Sin que sea posible discernir quiénes son más dañinos.

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