Desde que Bram Stoker envolviera de romanticismo y belleza la terrorífica leyenda del Príncipe Dracul, Vlad Tepes, el escritor llegó a convertir en realidad lo que parecía imposible: la inmortalidad. Inmortalidad para el propio literato y, sobre todo, para su personaje, Drácula. Drácula vive porque así lo quiso Stoker, en la literatura, Coppola, en el cine. Ni vivo, ni muerto, Drácula y su sombra alargada, oscura donde se esconden nuestros secretos inconfesables, nuestras pasiones secretas, ha vencido al tiempo y se adentra, a dentelladas, en nuestras pesadillas rasgando de arriba abajo nuestra tranquilidad con sus colmillos largos, fríos. El vampiro, el no muerto, toma fuerza de lo inconfesable y viaja a través del espacio y del tiempo ("he cruzado océanos de tiempo para encontrarte", que diría Gary Oldman a una casi rendida Winona Ryder) para llegar esta noche a Cádiz, al Gran Teatro Falla. Un Drácula que propone Vortice Danza como una nueva revisión del mito que se actualiza y se contagia de lo contemporáneo.

Con este montaje, uno de los más teatrales de la compañía portuguesa, da comienzo el XI Festival Cádiz en Danza que este año tendrá coincidirá con la celebración del evento MOVS en Cádiz. Una buena manera de empezar 10 días para la danza en el coliseo gaditano a partir de las nueve de la noche.

Cláudia Martins y Rafael Carriço son los directores y coreógrafos de esta pieza, con una duración de 70 minutos y para doce bailarines, que se sustenta en distintos cuentos legendarios y sobre vampiros, además de abrazar la influencia de la obra maestra de Stoker. Distintas fuentes que desembocan en el mismo mar de terror, alucinación, sufrimiento y el terrible juego de la dominación y la sumisión.

Para tal fin, los creadores de este Drácula han ideado una atmósfera en la que habitan seres volátiles, algunos tenebrosos en fuerte enfrentamiento con la pureza y la bondad de unos pocos. Personajes de corte moderno con personajes clásicos; minimalismo con sugestión; interpretación y proyección... Contrastes de los que se alimenta una de las compañías de danza contemporánea más prestigiosas de Portugal.

La escenografía, de creación propia, cuenta con un elemento clave, "un árbol que se va extendiendo y que, como no tenía un diseño previo, fue desarrollándose conforme íbamos trabajando, lo que nos ayudó a crear una atmósfera natural, sombría", señalaron los coreógrafos, según informa la organización del Festival Cádiz en Danza. La carga simbólica de este elemento, además, es crucial. "Se trata de un árbol sin raíz, desprendido de la tierra, que flota en el aire. Es como Drácula, ni muerto, ni vivo, o las dos cosas al mismo tiempo", recalcaron.

Elementos como éstos, además de proyecciones multimedia en 3D, en algunos casos, acompañarán a los bailarines, bajo la dirección técnica de João Neves, en un paseo por este mundo tenebroso que Vortice Danza coloca en el siglo XXI mecidos por la música de Wojciech Kilar -quien ya compuso la banda sonora del filme de Coppola-, Philip Glass o Rachmaninov, entre otros.

Vortice Dance comenzó su andadura en 2001 y, desde entonces, ha cosechado varios premios internacionales y conseguido el reconocimiento del público.