Una imagen demasiado perfecta
Las litografías de Cádiz que realizó Alfred Guesdon siguen sembrando dudas sobre su ejecución. Forman parte de una serie de vistas aéreas de distintas ciudades españolas.
DIBUJAR un territorio era una forma de dominarlo, en primer lugar para conocerlo y poderse mover por él, pero también muy frecuente, con ayuda del ejército, para conquistarlo. De aquí que dibujantes y cartógrafos, al menos desde el siglo XV, estuviesen integrados en los aparatos militares al servicio de los monarcas. Tener la imagen fiel de una ciudad facilitaba adoptar medidas para defenderla, o para atacarla si se trataba de una ciudad enemiga. Aunque cuando la imprenta tuvo capacidad para imprimir grabados, también hubo buenos dibujantes que trabajaron al servicio de proyectos editoriales de atlas y enciclopedias. Añadiendo a la utilidad componentes estéticos que ampliaron su comercialización y abrieron la puerta al coleccionismo.
En esta labor de plasmar en imágenes los territorios y las ciudades lo más fielmente posible, tras el dominio renacentista de la perspectiva, surgió la conveniencia de superar las imágenes de los planos y pasar a las representaciones tridimensionales, lo que exigía, entre otras cosas, representar las ciudades desde puntos de vista elevados. Las llamadas perspectivas caballeras.
Concretamente, el primer dibujo que se conoce de la ciudad de Cádiz, realizado de 1513, está realizado, torpemente, como si fuese una vista aérea tomada desde una posición elevada sobre El Puerto de Santa María. Puntos de vista elevados que también se dan en los grabados sobre Cádiz de G. Hoefnagel, de 1564, y sobre todo en la vista de la ciudad que el flamenco Antón van den Wyngaerde, en 1567, incluyó en la colección sobre ciudades que realizó por encargo de Felipe II. (Naturalmente, el bajorrelieve o "maqueta" de Cádiz, realizado entre 1777 y 1779 por orden de Carlos III, y el panorama -o cuadro circular- de Cádiz, elaborado por Javier de Urrutia desde lo alto de la torre de poniente de la Catedral, entre 1840 y 1845, son derivadas o epifenómenos de este anhelo por reproducir las ciudades "con la misma verdad que ellas mismas").
Siguiendo esta tendencia, en la que los dibujantes, con el auxilio de planos y, en ocasiones, con bocetos tomados desde puntos de vistas elevados, elaboraban las perspectivas caballeras, el pintor, grabador y litógrafo francés Alfred Guesdon (1808-1876), después de realizar dos colecciones de vistas aéreas de ciudades europeas, elaboró L´Espagne a vol d´oiseau, un conjunto de 24 litografías sobre 16 ciudades españolas "a vista de pájaro", entre las que figuraban dos de Cádiz. Litografías a color, de 28,8 X 44 cm, realizadas desde dibujos tomados en 1853 y editadas sueltas, sucesivamente, hasta 1855. Imágenes a las que habría que sumar algunas otras sobre España publicadas en L´Illustration.
Paralelamente a este fenómeno, se habían desarrollado otros acontecimientos científicos y culturales de gran interés: la proliferación de los vuelos en globo (desde los que, al parecer, se realizaron bocetos para los dibujos de las ciudades de París y Londres, publicados entre 1830 y 1840), y el desarrollo de la fotografía (a partir de 1839). Poco hubo que esperar para que hombres ingeniosos cruzaran informaciones y plantearan nuevas metas: realizar vistas fotográficas de las ciudades desde las canastillas de los globos aerostáticos.
Inicialmente, en la necrológica escrita a la muerte de Guesdon, en 1876, se decía que estas vistas se habían realizado elevando mucho la línea del horizonte y transformando en vistas aéreas planos de rigurosa exactitud geométrica. En este tablero tan bien preparado, el artista realizaba la elevación de las casas y de los monumentos de la ciudad, "como suponiendo que se encontraba en un globo o en un punto muy elevado". Desconfiando de esta versión, algunos autores dijeron posteriormente que los bocetos debieron realizarse desde un globo, mientras que otros, dando un paso más, afirmaron que debieron elaborarse a partir de fotografías aéreas. Además, el prestigioso historiador de la fotografía Gerardo Kurtz puso a la luz que el fotógrafo inglés Charles Clifford había llegado a Madrid en 1850 como fotógrafo y aeronauta, y que, con un tal Goueston, había organizando un espectáculo de globo aerostático, anunciando su intención de reproducir fotográficamente el panorama de Madrid a vista de pájaro. Apuntando como hipótesis que este socio de Clifford pudiera ser Alfred Guesdon, dada la frecuente confusión de los nombres extranjeros en la prensa de la época.
Aunque aquel vuelo, efectuado en enero de 1851, fue un fracaso y terminó accidentadamente, se apuntaba a una colaboración fotógrafo-dibujante que explicaría la exactitud de las imágenes de Guesdon. Algo realmente sorprendente cuando se comparan las vistas de Cádiz con la maqueta de la ciudad de 1779, con fotografías aéreas posteriores o, incluso, con el parcelario actual del casco histórico de la ciudad. Un amigo profesor de dibujo en una escuela de arquitectura, me comentaba que ni él ni ninguno de sus compañeros de profesión a los que había consultado, se explicaban tal perfección si no fuese por la utilización de fotografías aéreas.
Más adelante, aunque se aclaró que el socio de Clifford en los vuelos había sido el empresario aeronáutico inglés A. Goulston, que nada tenía que ver con Guesdon, siguió primando la idea de que este había realizado sus dibujos partiendo de fotografías obtenidas desde globos cautivos. Una insistencia que creemos que venía provocada, en primer lugar, por la perfección con la que estaban realizadas las vistas y ciertas coincidencias puntuales en la representación de "sitios ocultos", como tejados, azoteas o patios interiores y, en segundo lugar (en opinión de algunos historiadores de la imagen entre los que me encuentro), por desconocimiento de la técnica con la que se hacían las fotografías a mediados de los años cincuenta del siglo XIX, de sus importantes servidumbre y sus notables limitaciones.
Los que adoptamos esta posición creemos que es materialmente imposible ni con la técnica del calotipo ni con la del colodión húmedo (las dos únicas posibles en la época) sacar imágenes fotográficas desde un globo en movimiento con la nitidez y el tamaño suficientes como para servir de base a dibujos de la calidad de los de Guesdon. Pero además, esta imposibilidad se acrecienta en casos como los de Cádiz, en los que la ciudad está dibujada desde un punto de vista elevado (150 o 200 metros) pero ¡sobre el mar¡ lo que supone que el globo cautivo tendría que estar amarrado a un barco, multiplicando el movimiento del globo y la imposibilidad técnica de obtener vistas fotográficas válidas.
Por otra parte, existen otras causas, de diferente naturaleza, que nos llevan a negar la existencia de esas supuestas ascensiones en globo de Guesdon en 1853: el transporte del globo de ciudad en ciudad, en una España sin ferrocarriles, tendría que hacerse en barcos o en carros; no había fábricas de gas en muchas ciudades españolas y, finalmente (tratándose de acontecimientos de extraordinaria e ineludible notoriedad pública) no existe referencia alguna en la prensa de las ciudades representadas.
Todo lo cual nos lleva a admirar aun más estas imágenes litográficas de Cádiz, realizadas desde planos, dibujos y bocetos de la ciudad, tanto antiguos como elaborados por el propio Guesdon, con tal "nivel de parecido" que hoy, por numerosos historiadores de la imagen, se les sigue atribuyendo una base fotográfica para que resulten "explicables".
Rafael Garófano es catedrático de Economía en la Universidad de Sevilla.
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