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Crítica de arte

La gran figuración de hoy

La artista isleña Silvia Lermo ante una de sus obras.

La artista isleña Silvia Lermo ante una de sus obras.

La pintura figurativa tiene un recorrido absolutamente infinito. Sus esquemas son igualmente extensos, sus registros tienen las perspectivas totalmente abiertas, sin interferencias. Todo es susceptible de ser representado, lo real y lo ficticio, lo que se ve y lo que se piensa, lo que se siente, lo que te cuentan, lo que sueñas, lo que se presiente... Todo cabe en una ilustración y, además, la pintura contemporánea lo acepta con tal que responda a los abiertos planteamientos de una conciencia artística ilimitada. No existen cortapisas para un arte que muestra lo que la mirada capta, lo que el corazón dicta, lo que el alma plantea y lo que la razón promueve o deja abiertas las esclusas para que entren los inabarcables espacios de lo que puede -o no puede- predecirse. Por eso es apasionante ese juego de realidades contrapuestas, esas historias a contracorriente, esos ilusorios espacios donde la distopía pone sordina de imposibles posibles -o posibles imposibles- a una realidad sin razones.

Silvia Lermo forma parte de ese grupo importantísimo de jóvenes artistas gaditanos que están llevando la figuración a las cotas más altas de artisticidad. Es de una aplastante juventud y, quizás, por eso -o no- su capacidad creativa no tiene límites. Lo hemos podido comprobar ya en varias ocasiones. Expuso hace poco en Rivadavia y su obra dejó el regusto de lo importante. Era una pintora que afrontaba la figuración con descaro, sin cortapisas y abandonándose a un especialísimo planteamiento conceptual donde todo quedaba supeditado a una parcela realista de muchas connotaciones mediatas. Además compareció en las ferias madrileñas y su trabajo no pasó desapercibido. Todo esto se constata en su fichaje por My name’s Lolita, la galería de Ramón García que es, sin duda, de las de mayor garantía de España y donde hemos podido comprobar lo más apasionante de la figuración importante española; galería que cuenta con la todopoderosa presencia, entre otros, de Paco Pomet, el gran pintor granadino, uno de los de mayores luces creativas de la actualidad y de quien han bebido -y más cosas- gran número de pintores.

La exposición ‘El fin del mundo animal’ de Silvia Lermo nos sitúa en ese universo a contracorriente tan de la autora de la Isla de León. Una realidad presentida, que deja entrever posiciones de un mundo inmediato protagonizado, primero, por una fauna cercana -liebres, perros, pavos, gallos, piezas de caza- a la que ella concede un especialísimo sentido para crear un desarrollo típicamente distópico. Animales domésticos que viven una existencia plácida en un espacio donde lo real pierde muchas de sus posiciones y connotaciones, dejando entrever circunstancias ajenas a la realidad representada. Son piezas que impactan por su contundente factura, por ese tratamiento técnico que no pasa desapercibido y que descubre a un pintora total; esas que saben lo que hacen partiendo de un conocimiento artístico sin reveses que se base en él para desarrollar nuevos planteamientos conceptuales donde lo real atrapa la mirada y la lleva a situaciones con otras connotaciones. El animalario de Silvia Lermo no es una lección de pintura realista llevada a cabo para satisfacer las miradas de los pobres con cortas conciencias artísticas. Tampoco es una lección de taxonomía científica sobre el mundo de los aves y de las flores. Su animalitos, lo mismo que sus plantas, juegan otro papel. Son elementos constitutivos de un concepto; referencias absolutas de una historia conformada en un escenario perfecto concebido desde la preclara visión de una artista que va a mas. Junto a ese sustento faunístico y floral en medio de una naturaleza que sirve de mínimo decorado; se desarrollo un episodio humano que responde a esa concepción de Silvia Lermo por la cual el relato queda suspendido y abierto para que la mirada y la conciencia del espectador imponga su planteamiento interesado.

Silvia Lermo es una artista lúcida, que no ofrece la menor duda, porque tiene una absoluta conciencia de lo que es la gran pintura figurativa de hoy. Por sus obras pasa un teatro existencial donde todo queda supedita a la plasmación de una realidad que no es inmediata pero que surge de su aplastante mediatez. Su obra parte de lo real, pasa por la factoría donde se pone en marcha el concepto y termina en una ambientación de extensas perspectivas donde todo es posible porque la pintora gaditana sabe plantear los más puros esquemas de la creación moderna.

Creo que una pintora como Silvia Lermo, con la lucidez que la caracteriza, con los esquemas artísticos tan perfectamente acondicionados en fondo y forma y su verdad tienen en la galería de la madrileña calle Almadén el lugar más idóneo. Allí se viene gestando, desde hace tiempo, lo mejor de la figuración española. Por tanto, la seriedad del trabajo de Silvia Lermo y la profesionalidad de uno de los mejores galeristas de España aúnan esfuerzos para ver horizontes expectantes y con vocación de futuro.

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