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Festival Iberoamericano de Teatro

Crítica 'Nocturno de Ulrike': Rosa desatada en el viento

Un momento de 'Nocturno de Ulrike' en el FIT.

Un momento de 'Nocturno de Ulrike' en el FIT. / Lourdes de Vicente

Letras en rojo sobre fondo negro. Un tronco languidece en la horizontal. No era su postura habitual: era vertical y estaba vivo. Ahora su apariencia es sangrada. Empieza a significar cuando es interrumpido por dos figuras de nariz roja, rostro ceroso. En esa imagen nada significa por el lenguaje cotidiano. Nocturno de Ulrike o el sujeto histórico ha apagado el código de este sistema escénico. No hay ya comunicación con el público y sólo quedan unas letras negras en fondo blanco: ‘no estamos aquí para entretenerles’. Mientras tanto, la figura neutra, encarnada con contundencia por Maricel Álvarez, coge el hacha y arranca nuevos pedazos a un tronco sin brazos. La figura ocupa el foco y los dos cuerpos de Marcelo Expósito y Emilio García Wehbi, creadores de este texto y ya sin nariz ni sombrero, ocupan una mesa de conferencia en el lateral opuesto del escenario. Se configura una multiplicidad dramática formada por dos discursos. Uno lo narra la voz del acontecimiento que ‘viene a partir este siglo en dos’, y el otro se articula desde el diálogo a dos voces que se ceden la exposición de conceptos, cifras y nombres contados detrás del espejo.

Nocturno de Ulrike ha puesto en tela de juicio dónde acaba el teatro y dónde empieza el seminario de múltiples apartados que pasa por Brecht, Derrida, Charcot, retorna a los epicúreos, vuelve a Foucault y recircula por las nociones diferenciales de ser sujeto histórico en el siglo XX y en el XXI. Las conciencias salen del teatro sin saber qué han visto. ¿Ha sido una obra? ¿Una conferencia sobre una obra ya realizada o aún por ultimar? ¿Acaso no ha sido un fantasma en el seno de lo teatral documentado? Nocturno de Ulrike es todo ello, responde que sí y olvida que sepulta la alternativa posible en su elección de palabras. Es provocación y trastorno del concepto que lleva a preguntarnos qué es el teatro en la actualidad, como sujeto histórico.

‘El tiempo ha pasado como un suspiro’. Esta lectura piensa en un teatro constitutivamente fantológico que rechaza el estatuto de representación actual; que habla de almas cansadas y asqueadas del Eros en el presente mientras los espectros todavía no han perdido las fuerzas de vida y parresía. ‘No sirvamos más’. Nocturno de Ulrike es provocación desde el margen teatral donde el goteo incesante de siluetas que abandonan la sala apremia el fin de esta postestructura. Denunciado por las sillas vacías, este teatro-fantasma denuncia el vagabundeo social desde el vagabundeo aparente en una conferencia que sin embargo niega el teatro al hablar de lo que podría ser la obra que se está representando.

La linealidad del tiempo de la obra se disloca. Se confirma que la obra es un fantasma derridiano de sí mismo. ¿Ha acontecido o lo hará? Lo está haciendo ante nosotros en un aún-no y no-todavía. Tal es el tiempo carrolliano del Aión en superficie: en imagen deleuziana, imagen-tiempo de teatro documental. Las miradas de Ulrike, Rosa Luxemburgo, Ofelia, Antígona y Medea viven en tiempos sombríos para empujar al presente. Se prende fuego a la celda. Ambigua, es insoportable la vida. Es dispersión de referencia desde la composición heteróclita de identidades subjetivadas en una única multiplicidad: hauntologie en sus estados de soliloquio, de postestructura proyectada y de nueva articulación del teatro documental bajo la estetización de la escena saturada y que se ahoga en un mar de figuras de expresión y de comunicación.

‘Era evidente que no estábamos aquí para entretenerlos’. Una respiración late desde su pequeña altura. Arbolito que acompañará a los que aún no han nacido. Queda como lo único encuadrado en la horizontal. Vivirá por aquellas conciencias atentas a la vida, a las flores, a las rosas.

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