Real Academia de Bellas Artes de Cádiz

“Los archivos preservan la memoria colectiva de una sociedad, de un país”

  • La presidenta de la Fundación Casa Medina Sidonia, Liliane Dahlmann, entra en la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz con un discurso en el que defiende el valor de los documentos históricos

Liliane Dahlmann recibe el nombramiento de académica de Bellas Artes de manos de José María Esteban y en presencia de Irene García.

Liliane Dahlmann recibe el nombramiento de académica de Bellas Artes de manos de José María Esteban y en presencia de Irene García. / Lourdes de Vicente

La Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz regresó ayer al salón regio de la Diputación Provincial para celebrar uno de sus actos principales de este año: el ingreso como académica de número de Liliane María Dahlmann, presidenta de la Fundación Casa Medina Sidonia, viuda de la última duquesa de Medina Sidonia, Luisa Isabel Álvarez de Toledo, y responsable del inmenso legado en forma de archivo histórico que esta casa nobiliaria custodia desde siglos y cuyo papel defendió como la mejor manera de “preservar la memoria colectiva de una sociedad y de un país”. Ese fue precisamente el hilo conductor de su discurso, titulado ‘La formación de la memoria colectiva en el Archivo General de la Fundación Casa Medina Sidonia’ y contestado por la académica Rosario Martínez, en un acto que contó con la presencia de la presidenta de la Diputación, Irene García, y del presidente de la histórica academia gaditana, José María Esteban.

Liliane Dahlmann realizó un pormenorizado recorrido por la historia del Archivo ducal partiendo de la rica y fructífera historia de una casa que en muchas ocasiones ha jugado un papel fundamental en los grandes acontecimientos vividos en la Península desde hace casi ocho siglos. Tal grado de implicación en la historia de España permite contar en la actualidad con “un archivo integrado por 6.317 legajos, que reúne aproximadamente alrededor de seis millones de documentos, que permiten reconstruir buena parte del pasado utilizando un género de documentos, de carácter económico, jurídico, político, etnológico y social, que no están representados en los archivos oficiales”.

Toda una tarjeta de presentación para una académica que representa a una institución que alberga buena parte de esa memoria colectiva custodiada con el paso de los siglos: “Hoy estoy ante ustedes para hablares del valor que los archivos tienen a la hora de preservar la memoria colectiva de una sociedad, de un país. Los relatos que nos proporcionan para poder construir los testimonios ligados a las acciones de los hombres en su permanente búsqueda de algo que hemos llamado felicidad. El archivo se nos presenta como este lugar que acoge la huella documental con la que los historiadores formamos el discurso narrativo, intentando acercarnos a la verdad de unos hechos acaecidos en el pasado, dando visibilidad a la trama que sostenemos mediante la exposición escrita o verbal, relacionando unos hechos con los otros, siempre ligados a la estructura del tiempo y de los lugares donde se han producido”.

El archivo, a los ojos del profano, es posiblemente un puzzle de piezas no relacionadas entre sí que pueden esconder más incógnitas que respuestas, pero que en manos expertas son capaces de reconstruir cómo fue el mundo antes del presente: “Un archivo almacena documentos únicos, manuscritos en la caligrafía y estilo que se usaba en el momento de su emisión. Inconexos en apariencia, recopilar los que se refieren al tema, acudiendo a diferentes fuentes, permite reconstruir un fragmento o aspecto del pasado, con asombrosa fidelidad, tras haberlos ordenado y relacionado. La anotación de un gasto, en cuenta anodina, puede revelar que un personaje no se encontraba donde le sitúa la historia; el comentario marginal, en carta familiar o comercial, la realidad de un suceso del que recibimos versión muy diferente”.

Liliane Dahlmann, durante su discurso en la Diputación Provincial. Liliane Dahlmann, durante su discurso en la Diputación Provincial.

Liliane Dahlmann, durante su discurso en la Diputación Provincial. / Lourdes de Vicente

La nueva académica defendió la fidelidad del archivo frente a la simple observación histórica, la pulcra verdad que alberga un documento inalterable al paso del tiempo y escrito para dejar fiel constancia de lo ocurrido: “Fuentes no siempre fidedignas, las crónicas, o las memorias, tienden a magnificar la figura del protagonista escribiendo lo que le interesa al pagador. En cambio la documentación permite descubrir errores y falsedades, además de completar el relato apenas esbozado. Permitirnos aprender de la historia sin dejarnos confundir por fantasías, a menudo interesadas, es el servicio que presta un archivo y los documentos que contiene, testigos de los acontecimientos de un espacio y tiempo pasado, y que nos permiten rememorar hechos con los que construir nuestra labor historiográfica”.

Y en este punto, el Archivo de la Casa Medina Sidonia es sin duda un lugar privilegiado para asomarse a un periodo histórico fascinante que pervive en un conjunto de documentos extremadamente valiosos: “Desde el punto de vista archivístico, estos fondos mantienen entre sí un recorrido que da continuidad a los distintos linajes que surgen a través de la narración histórica para crear y reconstruir los testimonios de las relaciones forjadas a partir del vínculo social, económico, jurídico y religioso, fundamentos de la sociedad del Antiguo Régimen. Estamos hablando de un archivo ligado a distintos señoríos jurisdiccionales, cuyos titulares se acabaron integrando en la Casa Medina Sidonia, lo que con el paso del tiempo ha ido conformando lo que hoy conocemos como el Archivo General de la Fundación Casa Medina Sidonia”.

Y especificó Liliane Dahlmann: “El fondo de mayor envergadura corresponde a la Casa de Medina Sidonia, sigue en importancia la de Villafranca del Bierzo o los Toledo Osorio y la de los Vélez o Fajardos, de Murcia y Almería. De menor entidad, aunque se conserven documentos de indudable interés, son los documentos referentes a los Requesens catalanes, los Maza de Lizana alicantinos y los Aragón – Moncada, sicilianos y napolitanos, a más de documentos que, por circunstancias diversas, en ocasiones en función al cargo de los titulares, han venido a sumarse a los fondos del archivo aun perteneciendo a familias diferentes”.

De la Casa de Villafranca y de la Casa Niebla-Medina Sidonia ofreció la académica un somero repaso por los nombres propios de quienes, con mayor o menor fortuna en sus actos, labraron el pasado de cada linaje y forjaron su futuro. Periodos de guerras, intrigas palaciegas, infidelidades matrimoniales, traiciones, luchas fratricidas, fortunas ganadas y también bancarrotas que se fueron sucediendo a lo largo de los siglos y sus épocas para conformar España a partir de aquellos reinos feudales y guerreros.

Y no faltó en su intervención, desde luego, el nombre de la gran hacedora del actual archivo, la valedora de su reconstrucción y puesta a disposición de la investigación científica. Luisa Isabel Álvarez de Toledo: “Entre los años 1956-1960, Luisa Isabel Álvarez de Toledo, decide traer el fondo documental, que se hallaba en un guardamuebles de Madrid, a Sanlúcar de Barrameda (...). A partir de este momento, la duquesa comienza en solitario con las labores de organización y descripción de cada una de las unidades archivísticas, anotando para su identificación en el inventario catálogo el número de legajo, el tema, la data cronológica y un resumen del contenido documental. Lo que sitúa al investigador sobre los testimonios históricos, permitiéndole acceder con facilidad a la información requerida para su estudio”.

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