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Crítica de arte

Universo Miki Leal

Una de las salas del Centro Fundación Unicaja en Cádiz donde se expone la muestra de Miki Leal.

Una de las salas del Centro Fundación Unicaja en Cádiz donde se expone la muestra de Miki Leal. / Fundación Unicaja

Miki Leal es un joven clásico de la pintura española. Esto, en un artista que, siempre, se ha posicionado en lo más nuevo de la pintura, podría parecer una contradicción; pero no lo es, ni mucho menos. Es joven porque su almanaque así lo atestigua y está en ese segmento excelso que decía el poeta Dante y que es la mitad de la vida; nada más que la sabia joven madurez. Es clásico porque su pintura se cuece en ese horno donde transcurre lo mejor, como decía el gran Rafael Gómez, El Gallo. Alrededor de veinticinco años de lúcido ejercicio artístico desde aquellos días de festiva actividad con Juan del Junco, Fernando Clemente y él, provocando al propio sistema artístico desde aquel especialísimo Richard Channing Foundantion, que tanta expectación levantó, transgrediendo posiciones y abriendo nuevos esquemas en un arte que necesitaba de mucha frescura y hasta de ciertas posiciones canallas. Ellos las supieron encontrar y hacerlas llegar a aquella realidad artística que ansiaba esquemas distintos y sabias y contundentes llamadas de atención.

La muestra, inteligente y sobriamente comisariada por Sema D’Acosta, nos lleva por los esclarecedores derroteros artísticos de un autor que ha sabido, desde el comienzo de su carrera, plantear muchos esquemas, entonces a contracorriente y que, más tarde, fueron referencias para gran parte de la profesión. Porque Milki Leal, desde el primer momento de su carrera, ya, se adentró por espacios novedosos, creando posiciones que establecían unas maneras de escueta conformación plástica pero sobradas de formulas conceptuales, artísticas y estéticas. Por eso, Miki Leal no se quedó sólo en un buen pintor sino que se abrió a fórmulas personales de poderosas estructuras donde tenía cabida un universo de acciones bien planteadas desde un fuerte contenido conceptual y una sobria disposición en un continente de particulares registros ilustrativos.

Miki Leal, en la sala Unicaja de Cádiz junto a una de sus obras. Miki Leal, en la sala Unicaja de Cádiz junto a una de sus obras.

Miki Leal, en la sala Unicaja de Cádiz junto a una de sus obras. / Fundación Unicaja

Miki Leal ha llegado a Cádiz después de casi dos décadas. La última vez fue cuando Milagros Delicado tenía la galería en la plaza Argüelles. ¡Qué tiempos aquellos!, ¡Cuántas penurias expositivas desde entonces! Eran tiempos con tres galerías gaditanas, Magda Bellotti en Algeciras, Carmen de la Calle en Jerez y Milagros Delicado en Cádiz, triunfando dentro y fuera de los límites provinciales. Las tres con presencia en ARCO y una apuesta por una plástica en abierta expansión. Ahora sólo queda la nostalgia de lo que hubo y el conformarse con lo poco que existe -sólo Fali Benot y poco más se mantienen heroicamente-.

El buen espacio expositivo que es el Centro de la Fundación Unicaja en Cádiz acoge una potente muestra con la obra de un Miki Leal que nos adentra por su muy sensata evolución pictórica. Sema D’Acosta que puede ser quien mejor lo conoce, lo ha planteado todo con sabia exactitud. La realidad artística de un autor desde los comienzos hasta sus más recientes obras. Los esquemas que han sido hitos creativos en la carrera, referencias poderosas que sirvieron para seguir adelante y establecer posiciones, un argumentario de conceptos artísticos que han validado una historia muy bien planteada, desde el principio, por una cabeza muy bien establecida que sabía lo que quería, que lo imaginaba con consciencia de artista total y que, además, sabía cómo llevarlo a la práctica. Porque la esencia pictórica del artista sevillano se sustenta en su absoluta lucidez creativa. Pintor inteligente que, además, no se arredra con nada. Desde sus primeras obras se ha observado una realidad particularísima, con un lenguaje único que no ofrece duda a nadie, que es personal y con claro marchamo de denominación de origen, la de Miki Leal.

La exposición ha sido dividida en varias parcelas que nos retrotraen a los momentos importantes en la carrera del artista. Se inicia con ‘Paraíso, evasión (el viaje)’, aquellas obras de juventud, de búsqueda, con el bolígrafo bic protagonizando una valiente realidad plástica -después muchos otros encontraron en él elemento productivo-. Eran obras que reflejaban la idea de una aventura al encuentro de paraísos presentidos. Especial sentido ofrece la instalación ‘Recordando a Sonia Delaunay’ que parte de aquellas telas que, en el año 2017, decoraron los escaparates de El Corte Inglés de Preciados y que, ahora, se disponen con una particular ambientación para que el visitante pueda introducirse en su espacio. Los tejidos suscriben muchos de los idearios estéticos de Miki Leal. La segunda etapa expositiva, ‘Fragmentos (zoom-in), cuasi bodegones y música’ nos envuelve con su personal concepto de bodegón, siempre marcando estructuras abiertas en las que dentro de la obra todo es susceptible de formar una unidad conceptual y representativa. En este apartado, la música ocupa un papel importante. El pintor siempre demostró sus inclinaciones musicales y, en la muestra, nos acerca a sus personalísimos gustos, con piezas que posicionan, en un lenguaje de suma transgresión, una realidad que Miki desarrolla con poderosa, a la vez que sutil, fortaleza plástica. La muestra plantea una especie de revisión de la realidad íntima del autor. Se ha buceado no sólo en el propio desarrollo artístico sino que, también, se ha buscado elementos que han formado parte del estamento personal del artista. Así nos encontramos con ‘Memoria familiar: Los Pencales’, que hace referencia al espacio vital del pintor. Muchos elementos extraídos del entorno que sirvieron para la confección de obras, pinturas y cerámicas, que generan ese espíritu evocador que es una constante en el discurso general de la muestra. La cuarta etapa expositiva la cubre ‘Obsesiones entrecruzadas: tenis, moda y Roma’. En ella se nos sitúa en un especial homenaje que hace al tenis; para ello, plantea no sólo una pintura con las pistas como especialísimo objeto plástico y conceptual sino que realiza una serie de diseños de ropa tenística. Ese momento artístico se yuxtapone a otro de especial importancia en la vida del artista, la estancia en Roma, becado en la Academia de España. Su tiempo romano, la presencia sempiterna de una ciudad tan especial, el tenis... conforman un estamento creativo de suma importancia en la historia personal del artista.

La exposición de Miki Leal supone el encuentro total con una pintura distinta, propia de un autor diferente que, además, es maestro en representar espacios de infinitas difíciles simplicidades donde unos mínimos gestos representativos ofertan toda la magia de lo sencillo, de lo íntimo y personal; incluso de lo mínimo que nos rodea. En su pintura nos encontramos muchos guiños a una realidad presentida; esquemas de un arte sin complejos, donde todo es posible y que referencia las tenues marcas de lo más inmediato, aquello que surge espontáneo de los entornos vivenciales y que el artista manifiesta sin estridencias, mezclando distintas categorías representativas a la búsqueda de una estética que no ofrece duda, que es personal e intransferible y que descubre a un pintor que, ya, a pesar de su juventud, es una referencia total en la pintura del momento.

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