Cultura

Tony Carbonell 'tropicaliza' Cádiz con su nueva exposición en la Quilla

  • El artista cubano presenta con 'Tropicaligades' una nueva colección de abanicos entre dos mundos de mucho color La muestra podrá visitarse durante todo el mes de agosto

La idea de "tropicalizar" Cádiz suena muy interesante. Y más en verano. Su plasmación artística supone un descubrimiento muy atractivo para gaditanos y visitantes: se palpa, entra por los ojos, se disfruta en el primer vistazo y te envuelve como aire de abanico frente al sofoco.

Una treintena de preciosas piezas le dan frescor al mes de agosto en el Quiosco Quilla, frente a la playa de La Caleta. El culpable de esta bocanada de color y expresividad entre dos mundos no tan antagónicos es el talento del artista cubano Tony Carbonell.

Con Tropicaligades, el creador exhibe elementos representativos de las culturas que han forjado su carácter. Su nueva colección de abanicos conjuga sin pudor murallas, paseos a la vera del mar y castillos gaditanos con elementos exóticos que recuerdan otras orillas sentimentales. "Son tópicos de aquí que pueden sentirse como iberoamericanos", argumenta el autor.

Una "visión colorista" de nuestra ciudad, del "aire de Cádiz" desde su "esencia tropical". Lo que Alejo Carpentier definía como "lo real maravilloso", que en esta muestra se materializa en abanicos "funcionales", que huyen de aquellos "demasiado historiados" y que consiguen "un resultado plástico sorprendente".

Utiliza, para ello, Carbonell con maestría una técnica mixta: aguada, tinta china y acrílico, que genera "distintos resultados" y que se basa en el "predominio gáfico, del dibujo", resultado de la pasión del artista por la cartelería, de la que es un maestro.

Tropicaligades crea una "atmósfera mágica" gracias a un sincretismo figurativo que le da un significado al abanico más allá de su simple "función de objeto de verano". Así, observamos flores exóticas, vegetación exuberante, pájaros de toda especie o animales marinos perfectamente integrados en la idiosincrasia paisajística de Cádiz.

Las piezas de Carbonell son tradicionales pero innovadoras. Abanicos "de recorte", semicirculares, conformados por "varillas poliformes" que se recogen "en elementos muy cómodos", que evocan "otros espacios" y confieren "un refresco para el cuerpo y el ánimo" de quienes los contemplan. Estas obras, además, "no son puramente pictóricas" sino que "están estructuradas en la forma" y otorgan gran importancia al "uso de los espacios", con una gran influencia del mundo del cómic.

Una colección, en definitiva, de joyas fabulosas que se resume en esta idea: "Tropicaligades es como si el trópico invadiese la tranquilidad gaditana durante el verano", explica. Y con un soplo misterioso, el del abanico como "elemento que siempre lleva a la curiosidad, a preguntarnos qué expresa" a través de ese lenguaje propio que se ha perpetuado a través de los siglos. Un soporte "cerrado" que al desplegarse encierra una simbología autóctona pero de alcance universal. "Surge de la necesidad de comunicarse cuando no es posible hacerlo en palabras". Un acuerdo entre dos personas que habla, sobre todo, de sentimientos.

De aquellos, quizá, que unen irremediablemente Cuba y Cádiz y que encuentran en la figura de Carbonell la máxima expresión de comunión. "Ambas se parecen en el alma. Cuba es la hija pródiga de Cádiz y España", que en un momento de la Historia "se hizo mayor" y "quiso hacer su vida". Pero el vínculo se mantiene fuerte: "En mi tierra se habla de cualquier español como oriundo de la Madre Patria", relata.

Tropicaligades, aunque de carácter viajero, nace y se queda en Cádiz. "Aunque el abanico es un objeto que puede tener utilidad en cualquier sitio, su exposición conceptual no tiene el mismo sentido aquí que en Sevilla, por ejemplo, ni el mismo interés de adquisición", explica Carbonell. Una singularidad que contrasta con otras exposiciones anteriores que hablaban de temáticas más generales y carácter itinerante como el teatro.

Para el artista cubano el abanico perfecto debe reunir "calidad, que es lo que determina su funcionalidad, y poseer unos valores estéticos que se identifiquen con la gente que los va a utilizar. Hay uno para cada persona".

Es esta la sexta exposición que Tony Carbonell lleva al Quiosco Quilla un mes de agosto y en su terraza se va a atrincherar durante lo que queda de temporada estival para trabajar en nuevos diseños, muy pendiente de aquellos que se acercan para descubrir su obra. Y para llevársela de recuerdo a casa porque estos abanicos "personalizados" pero con "identidad propia" tienen unos precios que oscilan entre los 20 y los 30 euros. Los que se exhiben dentro del local, por el contrario van desde los 55 a los 300 euros; el más caro, el de Gades, obra gaditanísma de Vassallo, que ilustra el cartel de la muestra.

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