Retrato de tres señoras estupendas
Autor y director: Juan Carlos Rubio. Intérpretes: Kitty Mánver, Nuria González, Aurora Sánchez. Octavi Pujades. Lugar y día: Gran Teatro Falla, 16 de octubre
Podría verse Tres como parte de esta campaña televisiva de potenciar a pijas pijísimas en diversos programas para contrarrestar el populismo derivado del belenestabanismo que nos domina. En efecto, se nos presenta a tres señoras estupendas de mediana edad, que viven en casas de diseño y que representan a tres sectores bien equilibrados: la soltera empedernida, la divorciada y la viuda prematura. Un retrato triple hecho con habilidad para captar a ese sector del público, un target, que dirían los publicistas, en toda regla.
Y es que el autor y director de esta propuesta es el cordobés Juan Carlos Rubio, heredero de los dramaturgos que han dotado a los teatros de la Gran Vía madrileña de su inconfundible estilo. Hablamos del incombustible Santiago Moncada, del desaparecido Sebastián Junyent y de todos los autores de las llamadas altas comedias, donde el vestuario a veces cobra más protagonismo que el texto. Son obras intrascendentes, destinadas a un público muy concreto y que sufren del mismo problema que gran parte del cine comercial español actual: no tienen nada que ver con la realidad, como los programas a los que se hacía referencia al principio de estas líneas. Rubio intenta actualizar el género metiendo debates de actualidad, como las familias monoparentales o las nuevas relaciones sexuales.
La obra es efectiva y se pasa un rato divertido, a pesar de lo previsible del texto, gracias entre otras cosas al buen trabajo de las tres actrices protagonistas, que defienden con convicción sus papeles, poniéndolos por encima de lo escrito en el papel. Aunque eso no quita que Tres sea una pompa de jabón que se olvida a los cinco minutos de dejar la sala. También es una obra que no deja de tener su moralina. A pesar de sus pretensiones de modernidad, al final se defiende que todo vaya por su cauce, aunque sea de aquella manera, que se mantenga el sistema. Y eso a pesar de alguna corrosiva reflexión que no se explota, como la de que en la sociedad moderna no se sabe muy bien que hacer con los hijos. O no se quiere saber nada de ellos o se les quiere tener por capricho, como el que se compra el coche de moda.
Pero este camino hubiera ido muy lejos del objetivo de hacer pasar un buen rato. Que este se logra, sí. Pero un poco más de cuerpo no hubiera ido mal, que tampoco pasa nada por hacer pensar un rato al espectador.
También te puede interesar