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Fotografía

‘Nocturnas’, cuando la noche despierta en las ciudades españolas

  • Acción Cultural expone en el Castillo de Santa Catalina una muestra con imágenes de primera mitad del siglo XX

Un hombre contempla una de las fotografías de la exposición.

Un hombre contempla una de las fotografías de la exposición. / Loreto Camacho

Justo cuando España, aunque no entera, empieza a recuperar las noches con el fin del toque de queda, el Castillo de Santa Catalina de Cádiz dedica a la noche la exposición con la que la fortaleza caletera recupera el pulso expositivo de los espacios municipales, que ya comenzó el jueves con Luis Gordillo en el ECCO. En el caso de Santa Catalina, la protagonista es la fotografía, un centenar largo de imágenes tomadas entre 1900 y 1960 que tienen como nexo común que son estampas nocturnas de diversas ciudades españolas, entre ellas Cádiz. Citas literarias y tres audiovisuales completan la muestra. Bajo el paraguas de Acción Cultural, la exposición Nocturnas, mientras la ciudad duerme, que podrá verse en la capital gaditana hasta el 25 de julio, fue presentada ayer por la concejala de Cultura, Lola Cazalilla, y por la comisaria, Lucía Laín.

La muestra, dispuesta por orden cronológico, es un completo mosaico de la vida nocturna en España, en calles y plazas, salas de baile, bares, comercios, oficios varios e incluso domicilios particulares, durante el comienzo de un siglo, el XX, en el que la luz eléctrica convivió un tiempo con las lámparas de gas hasta imponerse para alumbrar ciudades distintas en las que las noches parecían despertar a una nueva vida modificando el ocio y las costumbres.

Y entre las imágenes, tres de Cádiz y una de Jerez. Las de la capital gaditana son reproducciones de fotografías, que pertenecen al Archivo Municipal, realizadas por José Reymundo. Dos muestran la iluminación de la plaza de San Juan de Dios en las fiestas del Corpus, en 1926 y 1928, con la espléndida arquitectura efímera, en este caso iluminada, de Antonio Accame. La tercera foto es un acto multitudinario en el teatro del Parque, en 1929, un fidedigno retrato social del Cádiz de la época en el que se adivina la gran estructura metálica que posteriormente se trasladó para un nuevo uso a la plaza de la Merced. En el caso de Jerez, la imagen muestra el descanso de tres vendimiadores, alrededor de unas copas de vino, en el año 1954.

La exposición, que en su recorrido por Santa Catalina se presenta bajo una deliberada penumbra, va mostrando las ciudades en plena noche, con su vida en calma o en ebullición, en una fecha normal, laborable que diríamos hoy día, o festiva, y con hombres, mujeres y niños asomándose a una nueva manera de vivir la noche y las fiestas desde la explosión de luz que supuso la paulatina llegada de la electricidad a las calles, los comercios y las casas españolas.

Así, entre otras muchas escenas, en las fotografías se ve el interior de una barbería de Girona en 1905; unos bailes en la Vitoria de 1913; el sereno encendiendo un farol en 1932; un iluminado quiosco de bebidas de Barcelona en 1915; un pavoroso incendio en Madrid en 1907; la celebración de la Nochevieja en la Puerta del Sol en 1913; una juerga flamenca en un club taurino de Vitoria, en 1912, con la insospechada presencia de los hermanos Álvarez Quintero; los refugios para pobres de la Santa Hermandad en el Madrid de 1930; los luminosos publicitarios de la Puerta del Sol en 1958; las carteleras de los cines en 1955 y, en la foto que cierra la exposición, un operario regando en Madrid el Paseo de Recoletos en 1953.

Y tres fotos seguidas que son todo un guiño a las costumbres de otros tiempos: el muro de los suspiros de Madrid de 1933, el recóndito lugar en el que las parejas de enamorados se abandonaban a los besos y abrazos hasta ser sorprendidos por el fogonazo del fotógrafo, en lo que en su día fue un reportaje periodístico del diario Crónica. En la exposición, las fotos aparecen oscuras y, gracias a un sensor, se iluminan al paso del espectador como si el flash perturbara de nuevo aquella anhelada y complicada intimidad.

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