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"No quería contar desde una burbuja cómoda"

  • La autora ha ganado con los relatos de ‘Electric City’ el XXII Concurso de Cuentos Manuel Llanos

La escritora y profesora de la UCA, Nieves Vázquez.

La escritora y profesora de la UCA, Nieves Vázquez. / Julio González

Electric City es, y no es, Cádiz. Es, y no es, una ciudad del estado de Washington en la que ruge una hidroeléctrica enorme. Y le da título, eso sí, a la última colección de relatos de Nieves Vázquez (Cádiz, 1965), ganadora del XXII Concurso de Cuentos Manuel Llanos.

La autora supo de la Electric City real por casualidad, como suelen ser estas cosas, leyendo una necrológica de Dennis Oppenheim:“Desde entonces –comenta– tuve claro el principio y el primer personaje, ese que viaja dejando Biblias...”

Electric City iría creándose a partir de intermitencias: fueron apareciendo, por ejemplo, los asesinatos, relacionados con La sangre de las mujeres, y de ahí la aparición de Malaq (Malaquías, el detective) “y salió hilado”.

“El Cádiz que se reconoce en Electric City es el Cádiz de mis recuerdos y, al mismo tiempo, no lo es. Es un referente atemporal, en el que se mezclan pasado y presente. Un no-tiempo en el que oteas y te confundes y se suma, al mismo tiempo, el Cádiz en el que vivo...”, comenta. Una realidad tan parecida a la de los sueños, donde “la narración va mezclando lo posible y lo imposible, cosas que nunca hemos pensado: ese juego de relaciones inusuales que, desde luego, sólo se dan en lo onírico y en la creación, en la literatura”.

En un juego en el que el lector se mete también, directamente, en la escritura del texto, la voz narradora explica que va a tratar la cuestión del crimen como género literario del siglo XX:“Lo dijo Roberto Bolaño en una entrevista a partir de la publicación de 2006 –cuenta Vázquez–, una entrevista muy lúcida donde afirmaba que el crimen y sus manifestaciones es lo que marca la historia del siglo pasado. Como género literario, nos refleja a veces de forma muy encorsetada. Se ha convertido en un símbolo de la historia, de nuestra vida, de lo que somos, pero también de una forma muy violenta”.

"Las historias de crímenes nos gustan porque, de alguna forma, el orden suele imponerse sobre el caos"

Para la escritora, la fascinación por el crimen aparece “como una respuesta política” pero también, como una especie de ritual complaciente:“Nos gusta ver representado un acto terrible en el que, por supuesto, no se nos aniquila. Todo tiene un sentido: el orden prevalece sobre el caos”.

Y, ¿qué dice del momento actual que muchas de estas historias hablen de mujeres asesinadas? “No encuentro una respuesta clara –señala la escritora–. Las mujeres siempre hemos sido víctimas.La narración de feminicidios pone en la plaza pública una situación real. Hay una verdad incuestionable, y es que la mujer es una víctima más fácil: la diferencia con los crímenes reales es que los de ficción suelen ser mucho más elaborados... Las muertes de mujeres no son un asunto de morbo, pero vemos que en la ficción aparece mucho ese elemento, quizá como una forma de catarsis, aunque luego no es que por ello se eviten crímenes, precisamente. Quizá sea una sublimación de esa violencia real: aniquilar a una mujer, que es la dadora de vida, es el acto de subversión máximo”.

Por otro lado, el hacer partícipe al lector en el proceso de escritora forma parte de la intención de hacer de la estructura del libro una especie de corriente eléctrica, “en la que los cuentos son los chispazos, y la voz de la narradora es la luz que va y viene”, indica Nieves Vázquez.

La tan famosa autoficción –comenta Vázquez–, siempre existió. Como nos creemos muy importantes, pensamos que hemos inventado la rueda y en el caso español, El libro del Buen Amor, sin ir más lejos, quizá sea el libro de autoficción más antiguo... Toda la literatura es un yo, en definitiva, pero tendemos al adanismo: ahora es normal que se resalte, una especie de subproducto del selfie...”

“Los grandes relatos–continúa – nos explican a través de nuestra propia individualidad. A veces ocurre que la ficción no te satisface, se habla mucho se eso de que la ficción se estaba agotando a sí misma, y reconozco que un camino podía ser mezclar la ficción con el yo ensayístico. Pensando en mí, eso sí sirve. No veía tan claro crear una burbuja cómoda desde la que contar”.

El libro se cierra con un relato sobre una “eléctrica” sesión de espiritismo, en la que inoportuna figura de Pavel Yablochkov se manifiesta a través de una de sus malogradas lámparas. Otra idea que surgió de la casualidad, “de un encuentro en Córdoba sobre cómo trataba la literatura el más allá. Y ahí recordamos al mesmerista de Bolaño en Monsieur Pain. Otro momento más en el que lo inaprensible se materializa”.

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