Flamenco

La Mejorana y Gabriela Ortega, una rivalidad histórica del baile de Cádiz

  • El investigador Félix Rodríguez rememora los desencuentros de las bailaoras gaditanas que llegaron a ser, por poco tiempo, hasta consuegras

Ambas portentosas bailaoras gaditanas, ambas creadoras de linajes de arte, ambas fuertes, y ambas rivales en la escena, y fuera de ella, aunque el destino quisiera jugar con ellas convirtiéndolas por un breve periodo de tiempo en consuegras... Rosario Monge La Mejorana y Gabriela Ortega, sublimes bailaoras gaditanas, protagonizaron un exquisito duelo de talento en los célebres cafés cantantes, en el último tercio del siglo XIX .Rivalidad histórica que se encarga de recordar Félix Rodríguez, uno de los experto flamencos que mejor ha estudiado el árbol genealógico de las familias gitanas de Cádiz.

Así, Rodríguez recuerda cómo ambas artistas fueron contratadas por el maestro sevillano del cante, Silverio Franconetti, que llegó a dirigir diferentes establecimientos en la capital andaluza (Salón Recreo, en 1870; La Escalerilla 1880 y el Café Silverio en 1881), dejando para la historia duelos antológicos “como en una ocasión que se desafiaron y estuvieron bailando más de dos horas”, asegura el flamencólogo que resuelve que “al parecer la disputa se saldó a favor de La Mejorana que cosechó mayores aplausos del público, aunque también entre el respetable hubo discusión pues se decía que muchos no eran entendidos”.

Así, los “celos profesionales” entre ambas fueron aumentado llegando incluso “a odiarse”, sostiene Rodríguez que, sobre todo, sitúa como punto culmen de esa inquina otro duelo varios años después y con connotaciones más personales. De hecho, en este duelo no intervendría la ya conocida como Señá Gabriela, sino su hermana, Rita Ortega La Rubia y La Mejorana.

“A Gabriela, que ya entonces estaba retirada, le informaron que Rita, también bailaora, actuaba en el Café de Chinitas de Málaga y allí que se presentó una noche con su marido, el torero Rafael El Gallo. Hubo desafío entre Rita y La Mejorana, casi tres horas bailando y, esta vez, la representante de los Ortega fue la vencedora. Sin embargo, fue tal el esfuerzo que a las pocas horas Rita, que estaba embarazada de cinco meses, tuvo que ser ingresada en una casa de asistencia. Perdió al hijo y, también, perdió tanta sangre que ella misma falleció a los pocos días”, relata Rodríguez que recrea la escena cumbre del enfrentamiento: “Dicen que La Gabriela no perdonó nunca a La Mejorana, que sólo le había traído penas, y juntando los dedos, los besó y echó una maldición al aire, se tenéis que gastar en medicinas todo lo que ganes tú y tu hija”.

El flamencólogo Félix Rodríguez. El flamencólogo Félix Rodríguez.

El flamencólogo Félix Rodríguez.

Ay la hija... Y es que los dioses juegan con el hombre desde que el tiempo es tiempo... Ya adelantaba Félix Rodríguez que Gabriela Ortega –no hay que olvidar que fue hija del gran cantaor y banderillero gaditano Enrique Ortega Díaz Ortega El Viejo, íntimo amigo de Silverio– se casó en Sevilla con el matador Fernando Gómez García, Fernando El Gallo, un matrimonio con el que perdió el baile (Gabriela se retiró tras su casamiento en 1885) y con el que ganó el toreo, pues de este enlace nacerían dos figuras imponentes para su Historia, Rafael El Gallo (Madrid, 1882) y Joselito El Gallo (Gelves, Sevilla, 1895), “los dos faraones más grandes del toreo”, los tilda Rodríguez, que tampoco olvida que también tuvo cuatro hijas que se casaron con cuatro toreros, entre ellas, Dolores, que se unió al llorado Ignacio Sánchez Mejías.

Pero hablábamos de una hija... La hija de Rosario La Mejorana, la gran Pastora Imperio. Y es que La Mejorana (que se había casado a los 17 años con Claudio Rivera pero que con sólo 25 años, en 1883, ya era viuda) mantuvo una relación con el sastre de toreros Víctor Rojas y fruto de ese amor nació Pastora Rojas (Sevilla, 1887).

Ya Pastora había cruzado miradas con Rafael El Gallo cuando éste había acudido a casa de su padre para hacerse un traje para torear, pero fue años después, cuando ambos ya con éxito en sus respectivas carreras, coincidieron en el puerto de Cádiz con destino América, él, para México; ella, para Argentina. Así ambos se embarcaron en el Manuel Calvo y una de las noches compartiendo mesa, “en un arrebato”, Pastora le regala a Fernando su medalla del Cristo del Gran Poder para que lo proteja.

“Querida Pastora, llevo días pensando en ti, me sorprendió coincidir contigo en el barco y pasar esos momentos, te admiro por tu valentía, por tu arte y por tu gitana belleza. Me he dado cuenta de que quiero amarte. Sólo tengo una gran meta en la vida y esa meta eres tú”. Félix Rodríguez reproduce la carta que Rafael le envía a Pastora y que fue el inicio de una complicada relación llena de felicidad para ellos en los comienzos, y con la negativa de las dos familias. “¿Me estás diciendo que te gusta la hija de La Mejorana? Qué trabajito me va a costar aceptar”, diría con gran disgusto la Señá Gabriela.

De hecho, en la boda de Pastora Imperio y Rafael El Gallo, en Madrid en febrero de 1911, no apareció nadie de los Ortega. Sin embargo, La Mejorana acudió y llegó a ocupar el puesto de madrina.

Pero la felicidad duró bien poco puesto que Rafael quiso retirar a Pastora de los escenarios y mandarla a vivir con su madre y hermanos. “Los celos, pues no dejaba ir a Pastora sola a ningún lado, y su familia supuso para Pastora un calvario, así que terminó volviendo a su casa y en diciembre de ese mismo año se divorcian para el resto de sus vidas”, concluye Rodríguez con mil y una anécdotas más.

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