Margarita se llama mi amor

Désirée Ortega Cerpa

15 de septiembre 2011 - 05:00

España, 2010. Dirección: Albert Pons.

Como bien explicaba Pascal "el corazón tiene razones que la razón no conoce" y en ocasiones, un realizador se ve desbordado por el asunto que filma. Así, Margarita resulta una ópera prima en la que se rodó mucho más de lo que se muestra, cuya realización final se debe al montaje de Pau Teixedor. La primera lectura que se desprende es la de una visión hiperrealista con tintes pesimistas de la última etapa de nuestra vidas. El trabajo se recrea en los aspectos del deterioro y la decrepitud, con un halo de denuncia sobre la soledad y el trato que dispensamos a los ancianos, como si no fuéramos conscientes de que más tarde o más temprano nos tocará a todos. Se salvan de esta mirada, por un lado, el animoso asistente con el que recorremos el primer tramo del documental y con el que descubrimos todo tipo de achaques; por otro, la anciana protagonista y su antagonista, típica vecina digna de protagonizar un cuplé carnavalero de "mi vecina Carmeluchi". Se puede apreciar que el creador se siente fascinado por la personalidad de ambas y la relación amor-odio que planea entre ellas, pues se repiten situaciones y contenidos que llegan a producir cierto cansancio. Con todo, se han conseguido secuencias muy interesantes, cargadas de esperpéntico humor, que nos llevan desde el tono desvaído de la fotografía del principio hasta el colorido final, que, aunque desolado, pareece preludio de la luz donde quizás nos fundamos al término del camino.

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