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Arte

Kieff Antonio Grediaga: "Le estoy muy agradecido a Manuel de Falla porque enriqueció mi vida"

  • El escultor trae a la plaza de San Antonio su visión de las ‘Siete canciones populares’ en la exposición 'El canto del hierro'

El escultor Kieff Antonio Grediaga en la plaza de San Antonio junto a la obra 'Polo' de la muestra 'El canto del hierro'.

El escultor Kieff Antonio Grediaga en la plaza de San Antonio junto a la obra 'Polo' de la muestra 'El canto del hierro'. / Julio González

Eran las tres de la madrugada en La Habana. Bien tarde, pero seguía trabajando. Las maquetas salpicaban el suelo, no paraba de mirarlas, y aunque en el reproductor Teresa Berganza y Jesús López Cobo le hablaban en otros idiomas, a Kieff Antonio Grediaga se le metió en la boca la palabra de Manuel de Falla. “Entonces lo supe, lo llevaba buscando 40 años y lo tenía ante mis ojos. Ahí estaba la Nana –la canturrea bajito–, ahí la Jota –la señala al aire–, ahí el Polo –apunta el quejío–... Desde jovencito, desde que aprendí sus canciones había querido plasmarlas en mis esculturas. Y ahí estaban, las Siete Canciones Populares...”, recuerda el octogenario artista madrileño aquella noche de hace más de 20 años donde ideó las monumentales piezas que hoy podemos ver en Cádiz. Su lugar.

Cuba, Manuel de Falla, Argentina, Cádiz... Todo parece predestinado en la historia oculta tras El canto del hierro, que desde este miércoles 5 de octubre y hasta el próximo 23 de noviembre, efemérides del gaditano universal, se puede contemplar en la plaza de San Antonio casi como cerrando un círculo profesional y, diríamos más, hasta vital para su autor.

“Tenía 22 años y estaba en Argentina estudiando canto cuando llegado el momento mi profesor de repertorio me dijo, ‘vamos a empezar con la música española’, y me dio El paño moruno. A partir de ahí estuve dos años estudiando, porque Manuel de Falla es muy difícil, y aprendiendo mucho de este maestro mío que, además, en su día había cantado delante de Falla pues él mismo lo había contratado para cantar las canciones populares en Buenos Aires con Conchita Badía, una cantante grande catalana de la época. Así que yo no tuve la suerte de poder coincidir con Falla en Argentina, porque él ya había muerto, pero sí estuve en contacto con gente que estudió con él y aprendió de él. Inmediatamente, me enamoró y me marcó. Es más, como cantante he cantado muchas veces las Siete Canciones en Viena, con orquesta, en Cuba, en Canadá...”, rememora el creador que no se olvidó ni de Falla, ni de sus Siete canciones populares, cuando decidió abandonar su carrera de cantante por la escultura.

Entonces, Grediaga –hijo de exiliado político español que decidió voluntariamente irse de España con 21 años– vivía y estudiaba en el Conservatorio de Viena. “Yo había sido ebanista (su padre, carpintero) pero fue cuando ya estaba cantando cuando empecé a inclinarme por la escultura aprovechando también esos conocimientos en la madera. Y cada vez me fue atrapando más y me di cuenta que era lo mío. Además, me casé con una cantante famosa en Canadá y consideré que con un cantante en la familia ya era suficiente”, ríe.

De esta forma, comenzó su andadura como escultor internacional trabajando diferentes materiales como la madera, la piedra pero ha sido con los metales donde, como dice el comisario de la muestra El canto del hierro, “donde con más intensidad se activa su imaginario”.

“Sí, he expuesto por todo el mundo. De hecho, estas Siete canciones populares se han visto en Japón, en China, en EE UU, en Canadá... Te podría decir que es mi mejor obra, o no sé... Pero sí seguro que es la más especial para mí”, confiesa esta obra con destino Cádiz pero que se parió en la tierra hermana.

Efectivamente, en Cuba, en esa madrugada de hace más de 20 años comenzó a imaginar los diseños y a realizar las maquetas en madera de las siete piezas que cobran aún más sentido en Cádiz, cuna de Manuel de Falla. “Luego hice las maquetas en hierro, porque tenía que estudiar la gravedad muy atentamente, pero el hierro para las piezas lo corté en Canadá. Es hierro macizo, aquí no hay soldadura ni nada, esto es hierro de una pieza, que me lo cortaron allí, y luego los llevé a Cuba donde tenía un taller con alumnos jóvenes que me ayudaron en la realización”, detalla el escultor que contabiliza “2.800 horas de trabajo manual” para El canto del hierro que, finalmente, vio la luz en 2003.

Hace 20 años estar aquí, en Cádiz, era un sueño para mí y hoy día se ha vuelto una realidad por lo que quiero dar gracias a la Universidad de Cádiz, a todas las instituciones (Ayuntamiento de Cádiz y Festival de Música Española de la Junta de Andalucía) y al comisario de la exposición, Fernando Castro, que han hecho esto posible. Y, sobre todo, gracias a Cádiz y a Manuel de Falla, al que le estoy muy agradecido porque enriqueció mi vida”, concluye.

Dos ciudadanos junto a una de las obras de la exposición 'El canto del hierro' de Kieff Antonio Grediaga. Dos ciudadanos junto a una de las obras de la exposición 'El canto del hierro' de Kieff Antonio Grediaga.

Dos ciudadanos junto a una de las obras de la exposición 'El canto del hierro' de Kieff Antonio Grediaga. / Julio González

La inauguración

Recuerda Fernando Castro, profesor titular de Estética de la Universidad Autónoma de Madrid, miembro del comité asesor del Manuel Nacional Centro de Arte Reina Sofía y comisario de la exposición El canto del hierro, que se cuenta que ya Pitágoras descubrió los fundamentos de la escala diatónica escuchando el sonido que provenía de unos martillos golpeando hierro en un yunque. Esa “musicalidad de los herreros”, esa armonía que todavía encontramos pura en el ADN de un martinete, por ejemplo, es la que también escucha Kieff Antonio Grediaga (Madrid, 1936) cuando idea, y todavía cuando mira, las siete piezas que integran su exposición en homenaje a las Siete canciones populares de Manuel de Falla.

“Grediaga es un artista maduro que ha tenido una trayectoria no solo como artista plástico y como escultor sino que ha sido cantante y luthier. Dedicó una gran parte de su trayectoria profesional a trabajar en Canadá donde tenía un importantísimo estudio, también en La Habana, donde estuvo durante años fundiendo piezas y realizando obras y tal vez este ciclo que se encuentra hoy en Cádiz tiene mucho que ver con el desarrollo de la modernidad escultórica, hermanada con Chillida y con la obra de Henry Moore, un trabajo de peso, pero también con la relación entre el martillo que golpea el yunque y el comienzo de la música”, explicó este miércoles r el comisario durante la inauguración en la plaza de San Antonio de una exposición organizada por la Fundación Kieff Antonio Grediaga y la Universidad de Cádiz, a través del servicio de Extensión Universitaria del Vicerrectorado de Cultura, que cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Cádiz y el XX Festival de Música Española de Cádiz Manuel de Falla de la Junta de Andalucía.

El comisario y el autor de la muestra estuvieron acompañados en la presentación por el director de secretariado de Acción Cultural y Deportes de la UCA, Román Nuviala, y el concejal de Patrimonio del Ayuntamiento de Cádiz, Paco Cano.

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