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Cultura

Juan Verdú desvela las delicias de lo jondo en 'El jardín del flamenco'

  • El libro repasa la historia reciente de este arte a través de las vivencias del "activista flamenco"

"El cante cuenta verdades, la guitarra genera emociones y el baile es la expresión humana del amor, los celos, el desasosiego, el sexo, el ritmo". El flamenco, al fin, condensa para Juan Verdú lo esencial de la vida. Todo lo que ésta tiene de humana, de sensible, de feliz y de dura, aunque eso sea lo primero que ha querido olvidar esta figura imprescindible en la regeneración de este arte -ex director de la Suma Flamenca, entre otros papeles- para la selección de memorias y vivencias que componen el libro que presentó el miércoles el autor en el Instituto Andaluz del Flamenco, junto a su directora María de los Ángeles Carrasco, la editora Diana Zaforteza y el crítico de Diario de Sevilla Juan Vergillos.

Así, como en el de las delicias de El Bosco, El jardín del flamenco de Verdú traza un mundo fascinante y misterioso repleto de testimonios, personajes y anécdotas de sus casi cuatro décadas como "activista flamenco", tal y como le gusta definirse, que desvelan en orden cronológico la historia reciente de este arte, desde finales del franquismo hasta la actualidad, indagando en los placeres de este paraíso en peligro de extinción.

Es decir, con "el ingenio en la punta de la pluma", como definió Vergillos en la presentación, y la mirada de un trasnochador confeso que, citando a su líder espiritual, Enrique Morente, asegura que "las gafas de sol se inventaron para los flamencos", Verdú recopila en esta obra recuerdos únicos de una época gloriosa en la que Madrid supo otorgar a lo jondo intelectualidad y autenticidad a partes iguales, favoreciendo reuniones, encuentros, festivales y tertulias -"que siempre acababan a altas horas en El Candela", confiesa Verdú- y donde podían coincidir Camarón, Paco de Lucía, Carmen Linares, Sabicas, Rafael Riqueni, Enrique y Estrella Morente, El Cigala o la familia Habichuela, entre otros muchos, junto a poetas, actores y otros modernos de entonces que por primera vez se sintieron atraídos por la filosofía de vida que proponía lo jondo. "Nunca los vi discutiendo, al contrario, querían aprender los unos de los otros", sostiene Verdú, quien lamenta que ahora haya más competencia y que se haya "perdido la sintonía entre artistas". "A los de ahora les gustan más los potitos y el colacá", bromea.

Asimismo, según recuerda el autor, "llevamos el flamenco a todas partes, a todos los circuitos. Una vez fuimos con Chano (Lobato) a un local de punkies y me preguntó qué cantaba él allí. Le dije que por seguiriyas y fue arrancarse y hacerse el silencio", relata el también creador de míticos programas de radio y televisión.

En este sentido, la editora quiso resaltar que, de alguna forma, este libro continúa con esa labor de "doble militancia" porque explica el flamenco de una forma "accesible y cercana a aquellos que no sean necesariamente aficionados" y porque además cuenta con un CD recopilatorio de cantes de Enrique y Estrella "que ayudan a leer los textos y a la expansión internacional de esta música", sostuvo.

Claro que más allá de un libro de memorias, El jardín del flamenco es la historia "de un tímido" que vino al mundo en un concierto de Marifé de Triana, seguramente cuando la sevillana cantaba aquello de la gente quién es la gente. De un personaje con el sentido del humor por bandera, que predica máximas morentianas como la de "para qué vamos a hacer las cosas bien, pudiéndolas hacer mal" como quien recita las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, cuyas setencias por cierto también se recogen en el libro. Y de "un promotor y defensor de esta manifestación cultural", como señaló la directora del IAF, que habla de sus encuentros y despedidas. "Verdú es un individuo que goza, padece y se emociona en las páginas. Un ser humano que habla con los mirlos y los escucha", describió el crítico de este diario.

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