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Cultura

Hernández Rubio. Retrato de una vida

  • La exposición de la Diputación Provincial muestra la apasionante visión de un tiempo histórico, de la manifestación de una realidad que ha sido rescatada del ostracismo existencial

Después de ser presentada en la Sala Pescadería de Jerez, la muestra que ahora ocupa el Claustro de Exposiciones del palacio de la Diputación Provincial nos conduce por el legado fotográfico del arquitecto jerezano Francisco Hernández Rubio, una recopilación exhaustiva llevada a cabo por el fotógrafo Adrián Fatou.

Hernández Rubio ha sido uno de los más acertados arquitectos que ha dado la ciudad de Jerez. Allí nació en 1859 y allí murió en 1950 cuando cruzaba la calle Porvera atropellado por un vehículo -curiosamente, también, el arquitecto Antoni Gaudí murió atropellado por un tranvía de la línea 6 de Barcelona cuando salía de oír misa-. Sus obras han marcado una época de suma trascendencia arquitectónica, sobre todo en Andalucía Occidental, dejándonos obras importantes en Sevilla, Cádiz, Huelva y Jerez, sin olvidar el bello palacete que realiza para el duque de Almodóvar en la ciudad de Comillas. Muchas de las bellas casonas que existen en Jerez salieron del genio creador de este artista que, además, fue un apasionado de la fotografía, faceta artística de la que fue un pionero y cuyas imágenes han servido para recrear una época y testimoniar los momentos de muchos de sus trabajos.

Pero la exposición que se nos ofrece en el palacio de la antigua Aduana de Cádiz no es una muestra en torno a la figura del arquitecto jerezano, está, incluso, por encima de lo que sería una muestra normal de fotografía antigua; se trata de la apasionante visión de un tiempo histórico, de la manifestación de una realidad que tuvo su momento y que ha sido rescatada del ostracismo existencial para dotarla de vida y de entidad referencial. Por las fotografías de Hernández Rubio pasa la sociedad, la gente, la arquitectura, sus obras, la vida, en definitiva, que el artista contribuyó a hacerla posible y de la que fue testigo privilegiado.

Hay que manifestar, por la importancia del hecho, el trabajo de Adrián Fatou, no sólo en el comisariado de la exposición, sino también en la labor de restauración de las obras y en su acondicionamiento, producción y formulación como nuevas piezas del gran archivo que Hernández Rubio atesoró a lo largo de su vida, con objeto de constatar gran parte de lo que estaba realizando como arquitecto, así como por el simple hecho de realizar una fotografía que, ya, comenzaba a ser objeto de deseo. Al mismo tiempo, hay que constatar que para la realización de este trabajo, Adrián Fatou se ha valido de la participación de casi cien personas e instituciones que han ejercido de particulares mecenas que han costeado tan importante trabajo. Cada uno de estos van a ser los depositarios de una obra, ya restaurada y con nuevos formatos; obras que el tiempo había afectado con su implacable discurrir, algunas con muchas deficiencias estructurales y que han sido convertidas por Adrián Fatou en una felicísima realidad artística. Las nuevas fotografías se convierten, así, en un legado de trascendencia artística inusitada y piezas de verdadera categoría plástica e histórica para el disfrute unánime.

El binomio Hernández Rubio-Adrián Fatou ha engarzado una cadena de situaciones para que se recuperara la visión de una parte importante del patrimonio del arquitecto, así como imágenes que manifestaban la realidad de un tiempo que se estaba conformando para la historia.

La exposición de Cádiz, aparte de la muestra fotográfica, presenta mucha documentación de la obra y la vida de un arquitecto entusiasta y de un fotógrafo adelantado.

Palacio de la Diputación CÁDIZ

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