Cultura

Fotografía sin misterios

  • Coincidiendo con el Festival de Jerez, se presenta una completa selección de fotos donde se comprueba la trascendencia de la obra de Javier Fergó

Javier Fergó. Galería Fedarte. Jerez.

Sabíamos de la entidad artística de Javier Fergó no sólo por su paso por El Diario, como redactor fotográfico, donde dejó profunda huella por su sabio hacer y sus acertadas posiciones en torno a la plasmación noticiable de la realidad, sin efectismos y sólo manifestando la crudeza visual de los hechos captados. El joven fotógrafo nos había convencido en otras comparencias donde el relato del día a día había dado paso a un estamento mucho más plástico en el que se ofertaba un trabajo que dejaba constancia la presencia de un verdadero artista y no uno de tantos como acceden a la fotografía con una buena cámara y unas alforjas vacías de criterio artístico e, incluso, hasta de preparación técnica. Ya sabemos -y hemos sufrido demasiadas veces- los paupérrimos resultados de unos advenedizos que, con un aparato fotográfico, ya se creían Cartier- Bresson y, además, osaban presentar la obra en público, a veces, con la aquiescencia de desinformados galeristas -o lo que fueran-, interesados manipuladores de la verdad.

Javier Fergó es un fotógrafo de verdad, sabedor de lo que hace, de lo que quiere y de cómo llevarlo a la práctica. Está muy por encima de los instrumentos técnicos -a los que nos referíamos antes eran cargadores de cámaras a las que estas superaban hasta en luces creativas- y demuestra que se trata de un auténtico fotógrafo fotógrafo, valedor absoluto de una tendencia artística que necesita muy buenos hacedores para superar ese espacio de poca sensatez que vivió la fotografía contemporánea cuando la cantidad primaba sobre la calidad.

Coincidiendo con el Festival de Jerez, la galería Fedarte presenta una completa selección de obras donde la trascendencia de la fotografía de Javier Fergó se nos hace bien presente. El artista se deja atrapar por la plasticidad del baile, por la belleza del cuerpo desnudo, por la fuerza de la representación que se desprende de tan espectacular manifestación y absorbe toda su fuerza imprimiendo a la imagen una nueva realidad formal. Javier Fergó nos retrotrae a la fotografía clásica, aquella donde el artista lo ponía todo y se encargaba de manipular los materiales hasta conseguir el trabajo deseado, aquel que se distancia de la moderna fotografía digital y nos sitúa en los medios de un arte manipulativo, absolutamente artesanal, como aquellos que planteaban los primeros fotográficos que se acercaban al impactante universo del flamenco.

La fotografía tradicional analógica y la emulsión fotográfica líquida sobre papel o lienzo terminan siendo pintadas con la utilización de tintas acuarelables o apastaladas consiguiendo que el espectador se adentre por un universo distinto, con las referencias de la gran fotografía clásica imponiendo su máxima potestad y marcando las rutas de lo que supone una obra de arte sin fisuras, total y sin complejo alguno. Una fotografía sobre el flamenco, sobre el baile, que nos patrocina una auténtica lección sobre la gran fotografía de siempre.

De nuevo nos encontramos con un joven artista, sabedor que el arte no tiene edad y que sólo hay que saber dotarlo de entidad. Javier Fergó lo hace abiertamente y con carácter.

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