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Arte

Cristo del Perdón, una joya en Medina Sidonia

  • Un repaso por la vida y obra del escultor sevillano Pedro Roldán y sobre su autoría en la escultura del Cristo del Perdón de la iglesia de Santa María la Mayor de Medina Sidonia

Detalle del aspecto actual del Cristo del Perdón.

Detalle del aspecto actual del Cristo del Perdón. / Antonio Jaén Sánchez

La impronta de la saga de los Roldán dentro de la escultura es innegable. Ha sido una de las precursoras de engrandecer el arte español desde el siglo XVII. Los Roldán o los Roldanes –como también se hace referencia a esta familia de escultores– han sido verdaderos maestros para aquellos que les han sucedido, ejerciendo como máximos representantes de la escuela de escultores sevillanos del Barroco; y haciendo de sus proyecciones fuente de inspiración para muchos nuevos escultores. Esta saga cuenta con nombres tan reconocidos en el arte barroco español como el propio Pedro Roldán, su hija Luisa Roldán (La Roldana) y sus nietos, Pedro Duque Cornejo y Diego Roldán y Serrallonga.

El patriarca de la misma que tratamos, Pedro Roldán, ha sido uno de los pocos autores que ha mantenido su prestigio incólume y que dentro de la historiografía no ha sido un artista silenciado, es decir, su trayectoria artística (comparable a la de Martínez Montañés y a la de Juan de Mesa) fue reconocida en vida, y no post mortem, como ha pasado con tantos otros artistas. Cuando hablamos de Pedro Roldán, hablamos de un artista polifacético que se desarrolló en tres disciplinas artísticas: la escultura/imaginería, la pintura y la arquitectura; sin embargo, ahondaremos en el campo de la imaginería.

Desde sus inicios, resultó incuestionable la gubia de Pedro Roldán, en primer lugar, por haber sido discípulo de Alonso de Mena (considerado uno de los grandes escultores de la escuela granadina y padre del también escultor, Pedro de Mena), y, en segundo lugar, por un claro acercamiento al estilo del flamenco José de Arce (escultor del Cristo de las Penas de la Hermandad de la Estrella de Sevilla), de corte europeizante y de un barroquismo renovado. Su obra siempre se caracterizó por una predilección por unas composiciones abiertas (a través del despliegue de brazos), una contenida dinamicidad, flexión de articulaciones, el adelanto de una de las extremidades inferiores y la rotación de cabeza, manos o torso. Además, resulta propio el tratamiento de los paños, produciendo efectos de claroscuro dotando a la obra de dramatismo.

Otro factor diferenciador es la forma de pelos y barbas, pues se caracterizan por ser largos y sinuosos, creando de esta manera, un efecto visual como si la luz resbalase por la talla. Su trayectoria escultórica se basa, en su mayoría, en representaciones pasionistas donde se perciben un profundo naturalismo dotándolos de una doliente expresividad que tiene como fin último el de impactar al espectador. A pesar de beber notablemente del estilo de Arce, Roldán se decantó por realizar obras con una anatomía de corte naturalista, alejándose completamente de las complexiones hercúleas de las esculturas de Arce. A pesar de que fue el artista con mayor proyección exterior de su época, el acercamiento con muchos artistas contemporáneos de todos los campos laborales, como pintores o retablistas, propició un mayor enriquecimiento artístico de sus obras, y adquiriendo a su vez una madurez plena en cuanto a lenguaje expresivo y formal se refiere. Este enriquecimiento artístico caló innegablemente tanto en la impronta de muchos artistas contemporáneos como en artistas del siglo XVIII, quedando patente en la producción de sus familiares, especialmente en la de sus nietos, Pedro Duque Cornejo y Diego Roldán y Serrallonga (autor de María Santísima del Mayor Dolor, titular mariana de la Hermandad de la Sangre de Medina Sidonia).

La proyección de Roldán se puede diferenciar entre cuatro etapas, aunque para esta ocasión, hablaremos de la tercera de sus etapas artísticas, la cual estuvo marcada por sus constantes viajes (1675- 1684) por diferentes localidades de Andalucía, en las cuales fue contratado para realizar obras arquitectónicas y escultóricas. En cuanto a la escultura, durante su etapa itinerante, versó sobre todo entre las provincias de Sevilla y Cádiz. En el mismo año en el que realizó el retablo mayor de la parroquia de San Antonio de Cádiz (1679), se trasladó a la vecina localidad gaditana de Medina Sidonia, donde se le encargó la ejecución de la talla del Cristo del Perdón, que se convirtió en titular de una hermandad de penitencia erigida en 1667 en la iglesia parroquial matriz de Santa María La Mayor La Coronada. Se trata de una imagen mística, que no histórica, pues se muestra un Cristo muerto con los brazos entreabiertos y enseñando las palmas de las manos hacia arriba, para presentar las llagas que sangran de sus manos a Dios; con el fin de pedir por el pecado de los hombres. Resulta su representación iconográfica una variación de la del Varón de Dolores, alegoría de la rendición universal a través del sacrificio de Cristo, que estuvo basada en la visión del profeta Isaías: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, [...]”.

El Cristo del Perdón en la prensa en 1930. El Cristo del Perdón en la prensa en 1930.

El Cristo del Perdón en la prensa en 1930.

Esta iconografía fue plasmada por primera vez por el pintor alemán Alberto Durero, a través de una serie de grabados que tuvieron una enorme repercusión europea. Sin embargo, fue el escultor portugués Manuel Pereira quien creó por primera vez la iconografía del Cristo del Perdón, y cuyo tema no tardó en difundirse por la tierra hispana. Inicialmente la talla estaría apoyada con su pierna izquierda sobre una cruz que se encontraba en el suelo, pero actualmente la misma pierna se encuentra apoyada sobre una esfera celeste, elemento que le proporciona una postura forzosa con la pierna derecha suspendida en el aire. Esta representación, de Cristo sobre la Tierra para pedir a Dios el perdón de la humanidad, supuso un hecho novedoso para la época y que rápidamente transcendió a sus contemporáneos y sirvió como modelo para muchos autores. Este hecho supone que sea inviable ver esta imagen en una salida procesional, puesto que al tener solo un punto de apoyo en la rodilla, el resto de la escultura pende en el aire, y cualquier movimiento podría producir un gran daño. También debemos mencionar que la documentación no es concluyente con respecto al cambio de la iconografía de la escultura, pero que, de igual manera, esta imagen sigue siendo todo un referente para la realización de numerosas tallas posteriores dentro del territorio nacional.

Si echamos la vista atrás, podremos recordar que esta imagen estuvo presente en la exposición de arte Traslatio Sedis con motivo del traslado de la sede episcopal de Medina Sidonia a Cádiz en el 750 aniversario. Esta imagen junto con 90 obras más constituyó una verdadera catequesis plástica dentro de la propia Catedral de Cádiz, y que no dejó indiferente a nadie.

En pocas palabras, Medina Sidonia es fiel testigo del gran patrimonio artístico de valor incalculable que reside en la provincia de Cádiz, y ejemplo de ello es la joya escultórica que hemos tratado.

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