Cultura

El Castillo de Santa Catalina es de pago con una parte inaccesible por obras

  • El nuevo cartel informativo de precios ya luce en la entrada de la fortaleza Los usuarios pueden acceder al patio central y a dos exposiciones, pero no al paseo que da al mar

Acceder al Castillo de Santa Catalina cuesta dinero desde el pasado viernes, 1 de febrero. En el acceso a la fortaleza ya luce un gran cartel informativo que invita a pasar por taquilla. Un cartel que contiene los precios de la entrada general y reducida, de 2 o 1 euros, respectivamente. Hasta ahí bien. El problema viene cuando uno quiere visitar, aparte de las exposiciones en vigor -que actualmente son dos-, las bondades arquitectónicas de esta construcción de finales del XVI, pues todo el balcón perimetral que da al mar está clausurado por obras. Una serie de vallas y de cintas plásticas de señalización de obra impiden la entrada desde el patio central a los distintos accesos hacia este paseo superior, cuyos rincones son los más fotografiados y demandados del Castillo.

La situación del equipamiento cultural -el más visitado de la ciudad durante 2012- llama por tanto la atención. Entre otras cuestiones, porque en ningún momento se informa al usuario antes de adentrarse en el recinto de que el equipamiento se encuentra en obras, con lo que puede pagar su entrada y llevarse la sorpresa de que no puede acceder a las maravillosas vistas que ofrece este balcón abierto al mar y a La Caleta, como uno de sus grandes atractivos.

Desde la taquilla señalan que aunque es pronto para valorar cómo funciona el nuevo sistema de pago -pues es la primera vez en su historia que se cobra la entrada al recinto cultural-, todo ha marchado con absoluta normalidad en los primeros dos días, ya que el sábado sigue gratuito. En concreto, el viernes accedieron a la fortaleza 82 personas, y un total de 101 el domingo.

A lo largo de la mañana de ayer entró un grupo concertado de 30 personas -que se acogieron a la entrada reducida de 1 euro-, así como otro reguero de visitantes, comentaban en el punto de acceso, teniendo en cuenta que los lunes son bastante tranquilos, puntualizan.

Si bien, también se observaba desde el exterior que más de uno se daba la vuelta cuando se percataba de la nueva situación. Fue el caso de una familia extranjera, que amablemente preguntó en la entrada si el Castillo estaba reformado y si era visitable la zona exterior de las vistas. "No lo es, está en obra", le contestaban, y se dieron la media vuelta. Lo mismo le ocurrió a una pareja de Cádiz, que tan solo ver el cartel lo vio claro. "Cómo vamos a pagar, somos de Cádiz", decían, "ya lo he visto antes, además". Media vuelta y para fuera. Es lo que sucedía al mediodía de ayer, aunque no es representativo de lo que pasa el resto del tiempo.

La cuestión no es si el equipamiento cultural más visitado de la ciudad el pasado año debe o no debe ser de pago, pues cuando el contenido y el continente son de calidad, bien puede serlo. El debate reside en las condiciones que debe reunir un equipamiento cultural en el momento en que arranca con esta iniciativa, justo cuando debería causar la mejor impresión al usuario, con sus instalaciones impecablemente abiertas al público, o al menos como la conocíamos antes de pasar a ser de pago.

Hay que tener en cuenta que la obra ha arrancado hace apenas un par de semanas antes que la puesta en marcha de la taquilla.

Otro de los fallos palpables es la desinformación en el exterior del total de exposiciones en las distintas salas. De hecho, en el panel del plano del Castillo y de muestras en vigor que figura junto a la taquilla aparece el contenido de dos de las tres salas abiertas. Si bien, no se anuncia la muestra del fotógrafo Gonzalo Höhr, que está abierta al público desde el 24 de noviembre. Son detalles que deberían cuidarse.

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