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Arte

Carlos V en Yuste

  • Una exposición rememora los últimos días del emperador, cuando fue a retirarse en 1566 al monasterio cacereño

Los meses estivales son, tal vez, los más a propósito para hallar interesantes exposiciones fuera de los circuitos convencionales. Así, el viajero que discurra hasta el cacereño monasterio de Yuste hallará entre sus muros una muestra que rememora los últimos días del emperador Carlos, cuando tras su abdicación en Bruselas en 1566, viene a retirarse, ante el asombro de la Cristiandad, a ese rincón extremeño para culminar en silenciosa y "doméstica" calma los años de su vida, tan llena de trasiego, guerra y gloria.

Un año y medio apenas reside Carlos V en el palacete mandado a construir junto al monasterio: desde el 3 de febrero de 1557, hasta su muerte el 21 de septiembre de 1558, llevando con él, además de libros, pinturas y objetos que le eran especialmente estimados, a un reducido grupo de servidores y cortesanos -médico, boticario, hortelano, cazador, cerero-, entre los que destaca el ingeniero-relojero de origen italiano Juanelo Turriano (Cremona, 1501-Toledo, 1585). Conviene que nos detengamos unas líneas en su interesante personalidad. Llamado a España por el propio emperador, desempeña aquí el cargo de relojero de la Corte, construyendo aquel portento mecánico llamado el Cristalino, una especie de reloj astronómico que ofrecía la situación de los astros zodiacales en cada minuto, lo que daba la posibilidad de efectuar predicciones astrológicas con bastante fiabilidad. Autor, así mismo, de numerosos autómatas y máquinas voladoras, además ideó y puso en funcionamiento el ingenio hidráulico que, en Toledo, hacía subir las aguas desde el Tajo hasta el Alcázar, y que mantuvo su regular funcionamiento hasta mediados del siglo XVII.

Volviendo a la exposición que nos ocupa y al conjunto de pinturas que ofrece, vemos como su comisaria, Carmen García Frías, ha obviado todo lo que la pintura decimonónica había recreado al respecto (recordemos la conocida obra de Rosales : La presentación de don Juan de Austria al emperador, o la otra de Miguel Jadraque en la que precisamente vemos a Turriano mostrando al anciano César uno de sus autómatas), de forma que se han traído telas de, entre otros, Sánchez Coello, Pantoja de la Cruz , Michel de Coxcie y por supuesto de Tiziano. La relaciones entre este pintor veneciano y Carlos V fueron dilatadas y fructíferas, y se documentan varios cuadros suyos en Yuste durante el periodo que tratamos, entre ellos La Gloria (1551), de especial significado para Carlos, ya que en él se le ve adorando a la Santísima Trinidad, junto a su esposa Isabel de Portugal y a su hijo Felipe II y otros varios personajes. De Tiziano era también su retrato de pie con armadura, que conocemos por la versión que más tarde hiciera Pantoja de la Cruz, ya que el original se perdió en un incendio ocurrido en el Alcázar madrileño en 1604.

Sección no menos destacada en esta exposición es la que descubre los gustos, como lector, del emperador, y da cuenta de su personalidad, como alguna vez se ha señalado a caballo entre el mundo bajo-medieval y la modernidad renacentista. De esta forma, es notable que llevara consigo un libro seguramente leído en su juventud en Gante y que recordaba, como en una novela de caballerías, la figura de su bisabuelo Carlos el Temerario. Se trata de El Caballero Determinado, de Olivier de la Marche, inscrita en los usos y costumbres de aquel mundo heroico y cortesano del Ducado de Borgoña, junto al cual aparecen La guerra de las Galias, de Julio César, o La consolación de la Filosofía, de Boecio, dos buenos libros para la vejez de un hombre de acción.

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