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Negro sobre negro

“Bergoglio no soñaba con ser Papa sino con ser Perón”

  • El argentino Jorge Fernández presenta ‘La traición’, un ‘thriller’ político donde se mezclan espías, revolucionarios y poderes vaticanos

El escritor y periodista argentino Jorge Fernández Díaz.

El escritor y periodista argentino Jorge Fernández Díaz. / La Nación

En un tiempo en que los espías y las revoluciones se envuelven en un halo de romanticismo, el argentino Jorge Fernández Díaz ha tejido un thriller donde se mezclan las mentiras y los políticos –qué lástima que tan a menudo vayan de la mano–, el Vaticano y los revolucionarios en busca de causas perdidas. ‘La traición’ (Editorial Destino) nos adentra con una narrrativa implacable e impecable en una ficción tan turbadora como adictiva. Desde Buenos Aires, Jorge Fernández atendió a este diario y conversó sobre la última entrega de la trilogía protagonizada por el agente Remil.

–Si me lo permite empezaré por el final. “Aquello que fue heroico hace cuarenta años hoy es solo una cagada”, dice en su novela. ¿Queda esperanza para esta sociedad con tendencias autodestructivas?

–Esa mirada desesperanzada pertenece, en realidad, a Remil, que es un agente de inteligencia dedicado a salvar y a hundir políticos, y que ha visto demasiado. Aunque admito que alimento a Remil con la experiencia personal de estos cuarenta años de periodismo: yo también vi el poder en la trastienda, sin máscaras ni discursos abnegados. Y quien ha conocido la cocina del restaurante, ya no puede comer con tanta ingenuidad en el salón. Pero al contrario que Remil, yo no sufro la enfermedad de no creer en nada ni tengo una vocación antipolítica. Ya me curé de todo eso. Lo que pasa es que este thriller aborda el espionaje político, y entonces ya no se trata de una lucha entre buenos y malos, sino de una pelea entre malos y peores.

–Aunque advierte que ‘La traición’ es mera ficción descubro con cierta inquietud cuanto nos parecemos políticamente argentinos y españoles. ¿Por qué nos cuesta tanto perdonarnos?

–Creo que la Argentina es un laboratorio salvaje de lo que España experimenta de manera más sutil. Temo, sin embargo, que pueda ser un espejo que anticipe. Hoy los principales insumos de la política son la polarización (crear enemigos) y el uso de los muertos (con la consecuente manipulación del pasado). Se trata de dos recursos esencialmente populistas. Eso produce encono, guerra civil de los espíritus, y por el otro lado, épicas falaces. El problema mayor no solo se encuentra en la devastación lenta de la democracia, sino en que algunos se toman la ficción en serio y cometen locuras en el terreno de la realidad. Eso es lo que disparó la idea germinal de mi novela.

–¿Quedan muchos Vascos Garmendia todavía en el mundo?

–El Vasco Garmedia es un exguerrillero devenido referente social, que es endiosado por el Estado, por los medios públicos, y que encaja en una pedagogía escolar y universitaria que impulsa el populismo en mi país. La glorificación de Montoneros es algo así como si las escuelas españolas endiosaran los “ideales” de ETA. Pues bien, este personaje ficcional confraterniza en la novela con Bergoglio, que suele recibir en el Vaticano a personajes impresentables y corruptos de toda laya. Se sabe poco en Europa que el Papa está jugando todo el tiempo a la política intestina de su país, y que es el mentor del actual gobierno de Cristina Kirchner. ¿Qué pasaría si un exguerrillero que lo frecuenta y que vive una ficción insurreccional quisiera dar un golpe de efecto y desatar una tragedia? El Vaticano contrataría un servicio de inteligencia paralelo para que la sangre no llegara al río y no le mancharan la sotana al Santo Padre. Esta fue la hipótesis central de ‘La traición”.

–¿Tanto recelo despierta en Argentina Jorge Bergoglio? ¿Cree que, al igual que en su día hiciera Wojtyla en Europa, le gustaría tener más que decir en la política latinoamericana?

–Bergoglio no soñaba con ser Papa sino con ser Perón, para quien militó dentro de la Iglesia. Bergoglio es hijo del nacionalismo católico y tiene una obsesión por la política. Ha cambiado a la cúpula de la Iglesia de su país: ha introducido obispos con divisa partidaria, y ha conducido espiritualmente lo que yo llamo la nueva santa alianza: pobristas eclesiásticos, progresista corruptos y ex revolucionarios alucinados. Todos ellos forman parte del actual gobierno argentino. Al Papa yo no lo critico por la religión: soy agnóstico pero mi cultura es católica, fui fervoroso salesiano. A Bergoglio lo critico por su injerencia permanente como político y por ser tolerante frente a la dictadura chavista. Congenió mucho con los neonacionalistas latinoamericanos.

–Dice en su novela que todas las revoluciones exitosas se convierten en una dictadura popular, con sus crímenes, sus torturas y su recorte de libertades. ¿Estamos condenados a repetir los errores de la historia?

–Muchos intelectuales de Europa y América hablan con devoción de revoluciones, sin acatar plenamente lo que significaría destruir la democracia e implantar regímenes que encarcelan o fusilan opositores, y censuran disidentes. La revolución es un sueño magnífico… hasta que se realiza. Y nadie se hace cargo de esos problemas oscuros. Más que a la revolución, hoy algunos apuestan a que se derrumbe la democracia liberal, erosionándola desde adentro. Pero cuidado, que la alternativa no es más democracia, sino regímenes de autócratas que quieren quedarse con todo para siempre, y que no pueden hacerlo sin crueldad y sin conculcar nuestras libertades.

–Como experto analista político, ¿qué opinión le merece la enfangada situación política en España?, con una sociedad cada vez más polarizada y la amenaza de los extremistas cada vez más cercana.

–No quiero opinar sobre España, porque carezco de un conocimiento profundo de la situación. Pero soy hijo de asturianos, y tengo amigos entre los principales escritores de España, así que voy a arriesgar algo general. La idea de destruir el concepto de la Transición es suicida, y la ocurrencia de culpar al bipartidismo por las crisis económicas de Europa es un disparate. La prosperidad también nubla el entendimiento. Y la creencia de que la economía siempre irá en ascenso, es una tontería. Cientos de miles de millones del dinero que iba a Europa, debido a la globalización fueron a países emergentes de Asia. De eso no tienen la culpa el sistema político que tenía España, y que ahora perdió en esta balcanización partidaria tan triste. Bueno, ya ve: se me fue la lengua y quizá estoy haciendo el ridículo…

“Argentina es un laboratorio salvaje de lo que España experimenta de manera más sutil”

–Andan por aquí los políticos aterrorizados tras recibir varias cartas con balas. ¿Deben tener más miedo los políticos de los ciudadanos o al revés?

–Los ciudadanos deben tener más miedo de los políticos porque estos detentan el poder. Y sobre todo, el poder de la palabra. Revelar amenazas de esa clase no me parece responsable. Suceden a diario a cualquier gobierno. El asunto es que victimizarse, en este mundo, es un gran truco, porque todos se sienten una víctima de algo y eso crea una empatía automática. Son trucos de la nueva demagogia.

–¿En quién se ha inspirado para crear a Remil? ¿Tienen tanto éxito los espías con las damas?

–Remil es un personaje completamente inventado, y responde a la idea de refutar una profecía de Borges de 1933: el lector argentino es tan escéptico que nunca aceptará a un comisario bueno, y es por eso que nunca habrá una serie policial realmente exitosa. Bueno, Remil lleva vendidos cerca de 300 mil ejemplares. El modo de refutar a Borges fue no crear un detective de buenos sentimientos, sino un criminal de Estado; por eso, creo, resulta tan verosímil. Y es un personaje a la vez querible, puesto que en cada novela yo le puse mis experiencias emocionales: la obsesión amorosa, el drama de que el propio padre lo dé a uno por perdido y la guerra total entre el padre y la madre, algo que yo vi al final de mi vida adolescente en la cocina de mi casa. Independientemente de todo eso, Remil es adorado por muchas lectoras. No sé por qué. Tal vez porque es un hombre duro, y a la vez vulnerable. Ese tipo con el que usted y yo nos tomaríamos una cerveza, pero a la vez ese mismo tipo capaz de proteger con su vida a una dama.

–¿Habrá próxima aventura?

–Por lo pronto es una trilogía, pero ya he escrito un cuento: ‘El hombre que quería matar a Pérez-Reverte’, donde Remil debe proteger a Arturo, que es para mí una especie de hermano mayor y que es el gran padrino de la serie. Él leyó el primer original en el Hotel Alvear de Buenos Aires, y lo destruyó el último día para que no cayera en manos enemigas, a la manera en que lo hacían los viejos espías: mojando el papel en la bañera y destruyéndolo por completo. Remil es primo hermano de Falcó, y creo que tendrán alguna vez un encuentro.

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