Provincia de Cádiz

La versión del acusado de asesinato se viene abajo

  • Asegura que mató en Jerez a su ex pareja, Miram Tamayo, tras consumir pastillas y cerveza La familia, agentes de Policía y testigos lo desmienten

La emoción y la tensión fueron ayer de la mano en la primera vista del juicio iniciado en la Audiencia Provincial para juzgar a Germán J.G., de 27 años de edad, por la muerte a puñaladas de su ex pareja, Miriam Tamayo, con tan solo 21 años. "Me has quitado lo más bonito de mi casa", le echó en cara María José Rodríguez, la madre de la víctima, al presunto asesino de su hija cuando, acompañada de la agente judicial, abandonaba el estrado desde el que testificó. Apenas unos minutos antes, al entrar en la sala ataviada con una camiseta blanca que exige "Justicia para Miriam", dirigió una mirada al acusado. Si las miradas matasen, créanlo, la que la madre de Miriam sería calificable de arma letal.

La primera sesión fue dura. Y emotiva. Ya lo advirtió la presidenta del tribunal, la magistrada Carmen Castrillón. "Si consideran que no van a poder soportarlo abandonen la sala". Tanto ella como la fiscal, María Gala, excepcional en su exposición al jurado, ya les advirtió que tendrán en sus manos material sensible, fotografías que podrían hacerles daño.

Tanto el padre, José Tamayo, como la madre rompieron a llorar cuando tuvieron que recordar a su hija. En el jurado, conformado por cinco mujeres y cuatro hombres, hubo lágrimas que se contuvieron y otras que rodaron mejillas abajo. En el público sucedió lo mismo. Gran número de familiares y amigos se repartieron la sala junto a alumnos de Derecho.

En lo judicial quedó absolutamente claro lo que se preveía. La defensa luchará porque los hechos sean condenados como homicidio y no como asesinato, que es lo que solicitan tanto la Fiscalía como la acusación particular y la popular, que ejerce la Junta de Andalucía. Para la defensa, en "el desgraciado accidente de la muerte de Miriam" no hubo alevosía, pues no se dejó en indefensión a la víctima. Hizo hincapié en que ambos, pese a tener un hijo en común nunca convivieron (para de esta forma atacar contra la agravante mixta de parentesco solicitada por el abogado de la acusación particular, Marcos Rodríguez), así como que no hubo amenazas, que el autor reconoció los hechos y mostró su arrepentimiento al volver, a los pocos minutos, al lugar del crimen.

La declaración del acusado, una vez que se informó a los miembros del jurado de los hechos que iban a juzgar, fue singular. De un lado se negó a responder a las preguntas de la representante del Ministerio Fiscal, de la acusación que ejerce la familia y la que lleva adelante la Junta. Pese a guardar silencio, las preguntas que se le iban a formular fueron expuestas una a una. Una de ellas, formulada por la fiscal, hacía alusión a algo que hoy trascenderá. Los análisis de pelo a los que se sometió al acusado de asesinato no revelaban una drogodependencia especialmente fuerte.

Y es que las drogas fueron el parapeto legal que se buscó Germán J.G. para defenderse de los terribles hechos de los que se le acusa. Pero el parapeto se le vino abajo en cuestión de minutos. Según dijo ante el tribunal, respondiendo a preguntas de su abogado, Álvaro Aguayo, hizo lo que hizo tras fumar, tomar "siete u ocho pastillas de Trankimazin y beber entre 5 y 6 litros de cerveza" esa mañana. Señaló que cuando discutía con Miriam a ella se le cayó un cuchillo que llevaba en la bolsa con la que dirigía a la Escuela de Hostelería a celebrar un fin de curso (era junio de 2013). "Y todo se me vino encima". Igualmente, dijo al tribunal que minutos antes del crimen devolvió al hijo en común al domicilio de los padres de Miriam. Ella se estaba arreglando para el fin de curso. Él subió dos pisos con un carrito de bebé y el niño, de 10 meses entonces, en brazos. Durante las posteriores testificales se dijo que una persona con tanto alcohol y droga encima no podría haber hecho eso y si se lo 'metió' antes de recoger al niño la abuela aseguró que "jamás" le habría entregado al pequeño para que se lo llevara a casa de sus padres.

Dicho parapeto se vio zarandeado cuando comenzaron las declaraciones de los testigos. Los dos policías locales que acudieron al lugar de los hechos (distante apenas unos 500 metros de la Jefatura de la Policía Local) señalaron que cuando llegaron al lugar (entre 30 y 90 segundos después de recibir el aviso) se interesaron por el estado de la joven. Fue entonces cuando preguntaron quién la había agredido y, para su sorpresa, varios testigos les señalaron al presunto homicida, el cual estaba al lado, de pie, impertérrito.

Los policías locales fueron taxativos: no olía alcohol (uno de ellos ha estado en multitud de controles de alcoholemia), no sudaba, no tenía las pupilas dilatadas, no estaba nervioso. "Estaba allí al lado -dijo el agente- tranquilo. "Hemos discutido y le he metido", dijo Germán. La sorpresa de los agentes fue a más cuando al llegar a comisaría lo que más le interesaba "era saber si le iban a dar un bocadillo". Ambos agentes destacaron por su experiencia que no iba drogado, que era perfectamente consciente de lo que había hecho. Cuando los agentes le leyeron los derechos, lo detuvieron, recuperaron el arma homicida (un cuchillo de 14 centímetros de hoja) y se fueron para comisaría Miriam aún estaba viva, inconsciente, pero con una pérdida de sangre tal que provocó su marcha de este mundo. "No tenía el mono (síndrome de abstinencia). Estaba frío como un témpano de hielo".

Una vez en comisaría, el jefe del dispositivo del CNP aseguró a la Sala que se le veía "despreocupado" y que hubo agentes que le comentaron que "había dicho que llevaba días pensando en hacer lo que hizo".

Los padres, en todo momento, señalaron que su hija salió de casa con una bolsa en la que llevaba bolígrafos, una carpeta y una fiambrera con unas patatas aliñadas. Negaron que llevara algún cuchillo, algo además que parece lógico a todas luces cuando el destino que tenía la joven era la Escuela de Hostelería de Jerez donde sobran los cubiertos de todo tipo. Esta declaración entró en contradicción con lo dicho por el acusado, que dijo que el cuchillo se cayó de la bolsa que Miriam.

Especialmente duro fue el momento en que, a petición del jurado, se le mostró a la madre el cuchillo con el su hija fue muerta. Negó, casi sin poder contener la emoción, que tal cuchillo hubiera estado alguna vez en su domicilio, destacando de esa forma que el cuchillo lo portaba él.

En el aire retumbó una frase de la madre: "Miriam no quería denunciarle porque tenía antecedentes, por eso un mes antes la acorraló y pudo avisar al padre. Entonces fuimos a ver sus padres y estos nos dijeron que tranquilos, él no mata ni a una mosca... ¡Y miren ustedes!".

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