"Es raro, nadie parecía asustado"
Dos jóvenes gaditanos testigos del atentado en la Universidad de Navarra narran cómo vivieron la masacre frustrada; aún les extraña lo rápido que volvió la calma
"Me quedé alucinado. Acababa de estallar una bomba. Y cuando se decía que a lo mejor había otro coche con explosivos en la Facultad de Ciencias, un hombre limpiaba tranquilamente los cristales del bar". Antonio Benjumea Carrasco, un joven gaditano de 18 años residente en El Puerto que está cursando primero de Medicina en la Facultad de Navarra, cae ahora en la cuenta de lo más extraño de todo: que la calma volvió muy rápido tras la tempestad. Que allí parecen estar ya acostumbrados a los atentados, aunque hayan podido provocar una masacre como la última acción de ETA en la Universidad de Navarra.
Ayer , 24 horas después de vivir en primera persona una acción terrorista, y sobrevivir a ella, Antonio estaba todavía acelerado. Al otro lado del teléfono, hablaba de corrido: "Ya sabes, lo típico, al principio lo normal, escuchamos una explosión, salimos fuera, intentamos bajar y enseguida había policía por allí", resume de un plumazo.
A este joven, al que lo de estudiar Medicina le viene por vocación y por tradición familiar (su padre es traumatólogo de la Clínica de la Salud, en Cádiz), el estallido le sorprendió como al resto de sus compañeros en un intercambio. El profesor de la clase de las 10 empezó más tarde, y la que debía empezar a las 11 se retrasó para dejarles un descanso. Y ocurrió: "Oímos una explosión. Y primero pensamos que podía ser un trueno, pero vimos el humo que salía del edificio central (que fue pasto de las llamas) y ya nos imaginamos que era un atentado".
La facultad de Medicina está algo apartada, como a unos 500 metros, pero desde allí se visualizaba perfectamente el humo. Antonio todavía no se explica cómo es posible que la gente deambulara tan tranquila por allí, cuando todo el mundo hablaba de que podía haber otro coche bomba. Y lo del hombre de los cristales, una imagen que se le ha quedado grabada para siempre en la memoria.
Tras el revuelo inicial, optó por irse con unos compañeros a tomar algo caliente ("hacía frío", dice a modo de disculpa) a un bar. Veinte minutos después, en la televisión asomaban las primeras noticias del atentado.
Rememora también la indignación que se apoderó de muchos de sus compañeros vascos, hastiados de la barbarie. De que ETA esta vez no avisara de la exacta colocación del artefacto. Y el consuelo de que sólo haya heridos leves.
Superado el susto, se acordó de los suyos. De su madre, a la que llamó por teléfono en cuanto pudo: "Mamá, han puesto una bomba. Estáte tranquila, que no me ha pasado nada".
Y los suyos se acordaron de él. Y le llamó su tía Miriam, a la que casualidades de la vida, hace años, cuando estudiaba ella allí, le 'tocó' otro bomba, "Tranquilo, Antonio, que eso no pasa nada", cuenta que le dijo su tía.
Ayer, las clases se reanudaron con normalidad en Navarra, con un paréntesis a las doce del mediodía para asistir a una concentración. Vuelta a las clases. Y después, al colegio mayor, a sólo 50 metros del edificio que ardió, donde Antonio, ayer por la tarde, todavía seguía alucinado. "Es raro, no sabes como reaccionar, te pilla de sopetón. Pero lo que más me sorprendió es que nadie parecía asustado. Y el hombre que limpiaba los cristales".
De refilón vivió Pascual Silva, otro joven gaditano que estaba casualmente allí, para acompañar a su madre a una revisión médica en el Hospital Universitario, el atentado. Y su testimonio coincide mucho con el de Antonio. "Eso es lo que me extrañó. Hubo un estruendo grande y tembló todo el Hospital, pero allí todo el mundo siguió a lo suyo. Sólo por los pasillos las enfermeras comentaban que había habido un atentado". Ellos estaban en la quinta planta, desde donde sólo se veía humo. No salieron del hospital hasta las tres de la tarde. En la calle todo era muy normal. "Demasiado normal. En Cádiz hay un atentado y se forma un revuelo que no veas. Pero allí no se formó nada. La vida siguió normal. ¡Como están acostumbrados!".
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