Peter Bernstein Quartet, noche de un verano azul en Vejer
El teatro San Francisco acogió en el Festival Barbadillo Jazz Vejer 2025 a Berstein y su banda, que presentó su álbum Monk. Música de altura y magnífica acogida de un publico que llenaba la sala
Llegaron y se quedaron. Peter Bernstein y su banda tocó ante un publico exigente y entregado que subió sus notas bien arriba. A ese cielo azul, que cubría Vejer, en una noche Jazzística para recordar. La música excava el cielo balbuceo un buen día Charles Baudelaire. Sin duda, una de las mejores apuestas del Festival Jazz Vejer 2025, que bajo la batuta de Nacho del Corral, se asienta y crece. Los agraciados que no dimos cita la otra noche en el Teatro San Francisco, nunca pudios imaginar lo que vimos, oímos, sentimos y palmamos. A veces los sueños son una realidad. No le demos más vueltas.
Peter Bernstein Quartet, presentó -en este rincón del sur del sur- su reciente álbum Monk. Aglutinados por Bernstein, miembro de una generación emergente en la escena jazzística de Nueva York en los 90 y referente mundial a tener en cuenta; tres músicos de quitarse el sombrero. Bill Stewart a la batería; Doug Weiss al contrabajo y Danny Grissett al piano.
En hora y media encima de la tarima (que se nos hizo corto), la música, con estilo de Swing Jazz, de la escuela neoyorquina, recorrió los pasillos y lleno las butacas de una armonía vertical que caló en el ambiente. El ritmo de la guitarra, el piano, la batería y el contrabajo se dieron de la mano. Los tempos medios y rápidos se asomaron. Y la batería de Stewart saco a paseo las restricciones. Brutal, como se dice ahora.
Alguien predijo que “las líneas fluidas, los acordes suaves y los riffs conmovedores del neoyorquino Peter Bernstein ofrecen un compendio de guitarra de jazz mainstream con un tono que morderá”. Y eso es lo que ocurrió (o me lo pareció). Así lo entendí y así lo escribo.
Del cuarteto, unos apuntes. Peter Bernstein, guitarrista, con un fraseo cálido desde el principio y expresivo en su bienestar por encontrarse en Vejer, participó en más de 80 grabaciones y en numerosos festivales, conciertos y actuaciones en clubes con músicos de todas las generaciones. En el Jazz -cada día mas vivo-, pocos han logrado engarzar lo tradicional y lo innovador como Bernstein. A mi entender destaca su capacidad para tender puentes entre dos orillas: la contundente historia de la guitarra de jazz y el sonido actual. Así las cosas, lo aúpan a ser, sin duda, pieza destacada en este género.
“Tocar música es una experiencia social y es mejor cuando todos están relajados y se divierten”, aseguró en una entrevista Bernstein. Cuando la leí tuve que cerciorarme que lo hizo antes de acercarse por Vejer. Porque lo cierto es que los del patio de butacas estuvimos relajados y encima nos divertimos. En mi caso todo comenzó cuando lo saludé “hatillo al hombro con su guitarra” llegando al Teatro de Vejer. Desde ahora, de sus sueños. Tal como lo vi, me permito la licencia de estar convencido.
Como líder, su talento como armonizador y sus improvisaciones estilizadas, con una deliciosa pureza en el sonido surgido de su peculiar guitarra, crearon un clima de serenidad que se vislumbró en el auditorio. Aún cuando sus dedos y su rictus se desplazaban por su guitarra y por la sala de manera impetuosa y repentina.
El baterista Bill Stewart asistió a la Universidad de Cedar Falls, donde tocó jazz en algunas bandas y orquestas locales e intensificó su formación en la Universidad de William Paterson. Estudió batería con Eliot Zigmund y Horacee Arnold y tomó lecciones de composición de Dave Samuels.
Ya en sus primeros años en Nueva York, a Stewart, le gustaba sentarse cerca del escenario. Detrás de la batería, para tener una vista aérea de Elvin Jones, Tony Williams, Roy Haynes, Billy Higgins y muchos otros maestros. “Cuando te sientas cerca, captas el lenguaje corporal, la vibra del baterista al que quieres escuchar”, llegó a decir.
La interacción de sus intervenciones fueron evidentes. Y peculiar sistema de agarre combinado de las baquetas alternado con escobillas, aumentaban y disminuían su intensidad como por arte de magia y sin apenas sobresaltos. Equilibrio por encima de otra cuestión, que de eso se trata. El tempo, el ritmo y la energía se hilvanaron con un sentimiento a flor de piel. Explosivos sus solos. Excelso en la forma y en el fondo.
Doug Weiss, contrabajo, nació en Chicago y se formó en Nueva York. Además de su carrera como intérprete, Weiss ha realizado importantes contribuciones a la educación del jazz. Impartió clases en The New School University y SUNY Purchase College durante más de 20 años y fue profesor invitado en el Jazz Institute Berlin en 2019. Desde 2024, Douglas Weiss enseña contrabajo en el Conservatorio de Maastricht.
De sus maestros Al Foster, Eddie Henderson, George Coleman, Lee Konitz, Clifford Jordan, Lew Tabakin, Joe Williams, Norman Simmons y Harold Mabern, aprendió el idioma de la música y llegó a manifestar que “ Cuando toco, me incorporo con los oídos y el corazón abiertos, y aprovecho mis experiencias con esos maestros¨.
Intimista en sus maneras de interpretar, puso el listón bien alto. En sus solos dominó la sorpresa calculada y puso el corazón sobre el contrabajo. Cosas del instante.
Danny Grissett, pianista, teclista y compositor de jazz, nació en Los Ángeles. Empezó a tocar el piano a los cinco años, tomando clases de música clásica. Se graduó con una licenciatura en Educación Musical de la Universidad Estatal de California, Dominguez Hills. y completó una maestría de dos años en interpretación de jazz en el Instituto de las Artes de California, seguida de estudios en el Instituto Thelonious Monk de la Escuela de Música Thornton de la Universidad del Sur de California.
Elegante a más no poder, Grissett cautivo con sus notas al respetable. Esmerado ritmo el del angelino. Audaz armonía. Se dejo llevar por sus compañeros. Guiños constantes con Peter Bernstein. Solos con sabor a diálogos entre guitarra, batería y contrabajo. De menos a más. Se creció y se hizo notar. Sublime.
La atmosfera del concierto fue “in crescendo”. De los mejores que recuerdo. Desde las primeras notas, el camino que eligieron se hizo evidente. Como el que no quiere la cosa el cuarteto supo rezumó jazz por los cuatro costados.
Y lo más importante, la emoción se hizo presente. La música tiene la capacidad de evocar emociones profundas y conmovedoras, transportándonos a lugares emocionales que, de otro modo, podrían permanecer inexplorados. Como dijo Platón: la armonía encuentra su camino en lo más profundo del alma.
Profundas miradas sobre el escenario. Conversaciones musicales acertadas. Mucho color en las improvisaciones -que las hubo-; fraseo cálido; pulso rítmico. Como dijera el poeta: Alma, corazón y vida.
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