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Crisis del Coronavirus / Tribuna Libre

Una oportunidad para educar

Montserrat Vargas Vergara

Montserrat Vargas Vergara

La situación crítica en la que nos encontramos a causa de la pandemia del COVID-19 si algo demuestra es nuestra vulnerabilidad. Hasta ahora cabría pensar en la supremacía del ser humano, en su poder para controlar, diseñar, organizar y tomar decisiones, pero es obvio que no es así.

Hoy, más que nunca, toman sentido dos términos o conceptos que ya deberían estar incluidos en el discurso pedagógico, social y académico: los entornos VICA y la crisis civilizatoria. Salvando las connotaciones que cada uno de ellos pueda tener desde su disciplina específica, resultan de obligado estudio y aplicación a la educación y al desarrollo social de las personas. El primero de ellos, entornos VICA, nos invita a asumir que vivimos desde hace tiempo en una sociedad Volátil, Incierta, Compleja y Ambigua; paradójicamente inmersa en un sistema social y sobre todo educativo que tiende a lo permanente, lo estándar, resistente al cambio y donde cada uno defiende su verdad como la única posible. Por otra parte, la crisis civilizatoria, más allá de su interpretación en al ámbito de la economía, nos lleva a pensar cómo de un plumazo nos encontramos con una crisis sanitaria que ha vuelto a levantar las fronteras físicas, económicas, mercantiles…; una crisis que afecta a todos en todos los lugares del planeta, poniendo a la economía, la ciencia y la política en un estado de vulnerabilidad superlativa.

Si bien todos sabemos lo que está pasando, parece que no todos somos conscientes de las consecuencias y del tiempo que resta para una recuperación, tanto sanitaria como económica. El estado de incertidumbre en el que nos vemos sumidos nos va a permitir comprobar hasta qué punto demostramos ser una sociedad competente. No se entienda con esto que hablamos de una sociedad instruida, formada o cualificada; entiéndase competente como la capacidad de resolver de forma positiva situaciones complicadas. Para ello no importa tanto el saber cómo el ser. Si algo está claro en este entorno VICA, al que hacíamos alusión, es que las competencias que se tienen que poner en juego son la sensatez, la responsabilidad y la resiliencia, a fin de poder encontrar oportunidades para salir lo menos dañados posible. Sensatez de la gobernanza en primer lugar, de aquellos que tienen capacidad de toma de decisiones, para que sus actuaciones no caigan en el populismo o la persecución de votos para permanecer en sus puestos. Sensatez y responsabilidad de la ciudadanía, para no utilizar la situación como justificación en el abandono de las responsabilidades y buscar el oportunismo.

Por lo que se muestra en los medios de comunicación ya ha comenzado la “caza de brujas”, demostrándose una vez más que en este país nos quedamos en el reproche, la crítica destructiva y la oportunidad de crecer destruyendo a otros. No quisiera yo estar en la piel de los que nos gobiernan, ni de los sanitarios, ni de los repartidores, ni de los que tienen que tomar la decisión de hospitalizar a alguien. No, señores, no… no es momento para ello. No hay tiempo. Es momento de conocer el pleno significado de las palabras resiliencia y oportunidad; oportunidad para revisar las acciones del ser humano en la naturaleza, oportunidad para revisar el sistema educativo, oportunidad para enseñarle a los más jóvenes cómo es la vida realmente y cómo de hoy a mañana cambia todo, oportunidad para ver el valor del dinero y en qué se está invirtiendo, oportunidad para renovar nuestra escala de valores, oportunidad para evidenciar la importancia de invertir en investigación médica, oportunidad para revisar acuerdos políticos que en ocasiones son asfixiantes.

Lamentablemente estamos viendo padres que pretenden desautorizar al gobierno y a docentes, instando al levantamiento del confinamiento apelando a la necesidad que tienen los jóvenes de salir y relacionarse. Perdonen, pero eso ya se sabía y ahora no es el momento. Hoy más que nunca podemos hablar de esa educación invisible que trasmitimos a los hijos y alumnos con nuestras actuaciones cotidianas, sin darnos cuenta de que efectivamente estamos educando. ¿Realmente se pretende que estos niños respeten a los docentes si lo que escuchan a sus padres son quejas contra lo establecido y protestas por las tareas? ¿Realmente pretendemos con ello que algún día lleguen a ser unos adultos responsables y resolutivos? Sensatez, señores, sensatez. Estamos ante una ocasión sin precedente para reconocer la importancia del trabajo de docentes, sanitarios, cuerpos de seguridad y todas aquellas personas que se han puesto al servicio de la comunidad arriesgando su salud y la de sus familias; una ocasión para crecer interiormente, conocer las propias competencias, analizar sentimientos y, sobre todo, ponerse en el lugar de otro. Es por ello un momento idóneo para educar, para hablar de ciudadanía y especialmente de responsabilidad social.

Es momento para estar unidos y apostar por el bien común, de alejarnos del oportunismo y la picaresca a fin de hacer un reparto solidario y sostenible de los recursos con los que se cuenta. No es momento de generar nuevos conflictos, ya tenemos bastantes. Es momento de responsabilidad individual para el desarrollo colectivo. ¿Se pudo afrontar esta crisis de otra forma?, seguro que sí, de tantas formas como opiniones hay; pero nos guste o no ha sido así, y es hora de evolucionar y buscar alternativas. Solo nosotros decidimos si lo hacemos desde el lamento con tendencia a la mediocridad o desde la adaptación y acción para el crecimiento y desarrollo, desde la coherencia y el cumplimiento del deber o desde el escaqueo y el victimismo. Miremos a nuestros jóvenes y pensemos qué adultos queremos en el futuro.

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