Lo que nos cuenta el parón del transporte
logística
La protesta de los transportistas es un eslabón más de una serie que, desde hace dos años, nos dice que el mundo que conocíamos ya no está
La precarización del tejido laboral y el fin de la energía barata son las cuestiones urgentes que laten bajo este episodio
Nadie sabía cómo parar el mundo,nadie sabía cómo ponerlo en marcha. Desde entonces, desde que empezamos a darle los buenos días a lo imposible hace un par de años, el flujo del gran organismo de consumo que somos todos se paró abruptamente. ¿Todo? No, todo no, algunas neuronas seguían funcionando en ese organismo en colapso: nuestras pantallitas. El mundo volvió a ponerse en marcha. Crisis de los microprocesadores. Trombo. Crisis de los contenedores. Trombo. Guerra de Ucrania. Trombo. Paro del transporte. Coágulo.
La huelga de transportistas – que vio un acuerdo entre el Comité Nacional del Transporte (CNTC), la asociación mayoritaria, y el Gobierno central el pasado jueves– sigue convocada por la Plataforma en Defensa del Sector del Transporte. A la sombra de una convocatoria aún no cerrada del todo han recibido golpes el sector agropecuario, industria, comercios, hostelería o comedores sociales. Todo lo que alcanza tu vista. Resulta que si la globalización, el capitalismo, llámalo X, tenía algún símbolo, no era otro que la rueda.
“El tema del transporte es complicado –indica desde el Colegio de Economistas de Cádiz, Javier Fernández–, el 80-90% son autónomos con lo cual, no hay sindicación. Las grandes empresas de portes no quieren tener relaciones con 45 contratos diferentes, y entonces recurren a intermediarias, y estas se llevan un pico muy importante que repercute directamente en el margen”. Esa figura, la de la subcontratación, está en el meollo del asunto. El de la precarización rampante del mercado laboral, el de apenas levantar la cabeza por encima de los costes. Junto al abaratamiento del combustible, la logística reivindicaba cuestiones reclamadas desde hace años, como la jubilación a los 60 años, un plazo máximo de 30 días para el pago de servicios o seguridad vigilada en áreas de descanso.
“Otro de los problemas fundamentales –continúa– es que muchas empresas del sector operaban ya en situación de costes de ruptura, es decir, cuando una empresa deja de producir porque los costes elevan tanto el precio final del producto que el mercado no lo va a aceptar. Esto está pasando en muchos sectores”.
“¿Por qué italianos y franceses han tomado de urgencia medidas al respecto, con un decreto ley sobre los carburantes, rebajando impuestos, etc., y aquí antes tenemos que consultar con Bruselas? Porque tenemos el 45% de deuda pública en manos del Banco Central Europeo, para realizar cualquier modificación fiscal necesitamos el permiso de Europa”, añade.
Javier Fernández también recuerda la alta dependencia que tenemos del transporte por carretera: un 95%, frente al 75% de países como Alemania.“La única línea férrea industrial comercial de mercancías pertenece a Florentino Pérez y es la que va de Valencia a Madrid”, apunta. Quizá sea momento de preguntarse por qué se ha limitado de esa forma un trazado ferroviario específico.
“El del transporte es un sector estratégico y hay que cuidarlo mucho –prosigue Fernández–. No es de recibo escuchar cosas como las de la primera reunión, que iban por la línea de recortar derechos, aumentando dos horas la jornada laboral. Pero es que yo creo que tras el transporte, vienen las mensajerías, autobuses, taxistas... A los sanitarios se lo están haciendo pasar fatal. Y hay que tener cuidado, no hay que darle alas al fascismo. Cuando la gente está con el agua al cuello, los populismos tienen éxito porque dan una solución. Y ahora estamos viendo cómo se ha ido rompiendo eso que costó tanto de construir que era el ascensor social, cuando el esfuerzo y la formación podían ser sinónimo de progreso”.
Cuando hablamos hace unos meses con motivo de la ralentización mundial de la cadena de suministro,Santiago Armesilla pronosticó que las fallas que comenzaban a verse en nuestro sistema amenazaban con ser endémicas. “En estos tres meses, el precio de las materias primas han pasado de estar muy alto a bajar muchísimo, por la crisis de Ucrania es lo lógico, pero también es un comportamiento que precede a crisis gordas, como la aparente mejora de alguien en la UCI, y que es propio de la estanflación”, comenta.
El especialista en Economía Política y Social en el Marco de la Globalización subraya que el poder adquisitivo de la gente es “cada vez menor, e incluso Biden advertía esta semana de que la escasez de alimentos va a ser algo real tanto en Europa como en Estados Unidos. En un país como el estadounidense, con 30 millones de personas viviendo bajo el umbral de pobreza relativa, esto es tremendo; o en un país como el nuestro, con un paro estructural de más de dos millones de personas”.
“Estamos viendo efectos de las cosas que hablábamos por Navidad –continúa–, el nacimiento de una suerte de fin de la globalización, como proyecto yanqui, y una nueva regionalización en la que habrá, al menos, dos regiones económicas: lo que llamamos occidente, con la OTAN y la UE; y un frente con China al que se unirán probablemente India, Sudáfrica y Brasil. El fin de la historia va quedando en esto, en que los rusos y los chinos no están por la labor de la hoja de ruta anglosajona. Más de la mitad de la población mundial no vive dentro de ese orden”.
Dentro de ese fin de las cosas conocidas, de repente ha saltado a la palestra, por ejemplo, el fin del petrodólar desde que se impuso, al término de la II Guerra Mundial, frente al patrón oro: “Imaginar un mundo sin el dólar como referencia es muy complicado –admite Armesilla–, pero estamos viendo un desplazamiento progresivo, pero cada vez más claro y definido, del eje económico mundial a Asia en vez de América del Norte. Por supuesto, Estados Unidos hará todo lo posible porque no sea así ya que, entre otras cosas, sigue siendo la gran potencia militar”. Por eso tampoco descarta un gran conflicto bélico “si no ahora, dentro de unos años”.
“China se ha dado cuenta de que el mundo se conquista con economía –puntualiza Javier Fernández–. Se pone de perfil con todo el mundo, no suelta a Rusia pero, mientras, yo le sigo vendiendo a todos. Ya conocemos la estrategia, ya lo hicieron los fenicios”.
El fin del orden conocido tiene mucho que ver con el fin de aquello que lo alimenta. Sí, Mad Max. Gasolina. “Se trata de saber si en las reivindicaciones, los trabajadores del transporte tienen razón o no –desarrolla Armesilla–. El error del gobierno sería criminalizar a los huelguistas, calificándolo de paro patronal, cuando lo mismo son gente que ha votado PSOE y, con ese tipo de comentario, sólo conseguirás que se abstengan o voten a Vox. Y, si tienen razones que reivindicar, por qué no se acercan a ellos y tratan de entenderlos... Luego hay otras cosas, como la agenda 2030, también pululando por ahí”.
Parón. Puesta en marcha. Dificultades motoras. Dificultades de riego. Inflación. Llenar el tanque y la factura de la luz ya tenían consideración sideral antes de la invasión de Ucrania. Sea como sea, de la forma que sea, la energía va a costar bastante más de lo que nos costaba hasta ahora. Una pasmosa nueva instantánea de ese nuevo mundo ha sido la de Pedro Sánchez dando la espalda al Sáhara.
“El tema es importante –indica Javier Fernández–. Marruecos es un gran comprador de armas de Estados Unidos y Biden ha dicho que había que agachar las orejas. Y eso que la ONU lleva casi 50 años diciendo a España que tiene responsabilidad sobre lo que pase en la zona, que tenía allí un protectorado”.
Estados Unidos se ha comprometido a aumentar sus exportaciones de gas a Europa y es ya, de hecho, nuestro principal suministrador. “EE.UU. ha conseguido una jugada geopolítica. Argelia tiene dos grandes canales, uno en España y otro en Italia, que quiere convertirse en el principal suministrador energético de Europa”.
Otro de los conceptos que trae ese nuevo orden, y es uno al que nadie le gusta, es el decrecimiento. Para Javier Fernández, las últimas décadas han sido de excepción histórica: “La transición hacia ese nuevo mundo, toda esa agenda 2030... todo eso tiene un coste porque los recursos son los que son”, reflexiona.
Armesilla es cauto ante el mismo concepto: “Estados Unidos, por ejemplo, va a seguir necesitando muchísima gasolina, porque su vida laboral depende de ella en gran medida –explica–. Tal y como lo plantean algunos, el decrecimiento no lo veo. ¿Por qué? Porque si paras de crecer y vas para abajo, te encuentras en desventaja con otros países que no van a soltar. Por un lado, tienes a los científicos sociales hablando de decrecimiento pero, por otro, está la dialéctica política y de Estados. Se pensará en fomentar el decrecimiento en otros para machacar a competidores”.
Es difícil prever, en cualquier caso, en qué quedará este escenario. Si el siglo XX no empezó hasta la I Guerra Mundial, el XXI no lo ha hecho hasta la pandemia, replicando desordenadamente los pasos del primero. “¿Quién sabe qué puede pasar dentro de cuatro o cinco meses?”, concluye Armesilla.
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